Wednesday, February 17, 2016

DECIR ADIÓS E IRSE



No siempre decir adiós es irse. Generalmente, me atrevo a pensar que no lo es.

Cuando amigos se despiden con un adiós, ese saludo no significa un “no te veré más”, sino, como dicen los italianos “a rivederci” o sea, hasta volverte a ver.

Pero mi caso es diferente. Estoy viviendo circunstancias muy especiales, y pronto a decir un adiós prácticamente definitivo.

En 1989, debido a un trabajo profesional obtenido por concurso, dejé mi país del cual soy oriundo, y culminé afincándome en los Estados Unidos de América.

Aún así, cada año, debido a la presencia de mis padres, retorné tomándome vacaciones, para poderles visitar.

Primero mi padre partió a la eternidad, el año pasado lo hizo mi madre. 

Sólo me quedan muy buenos amigos y amigas, pero no familia. Entonces, he decidido poner fin a mi visita de cada año. 
Tal vez, cada tantos años, si el Ser en Sí me lo permite, vuelva. Pero sé que los amigos comprenderán perfectamente mi decisión. Y por otra parte, ya el ambiente del país en todos los aspectos –el educacional, el social, el cultural, el económico, el de la salud, el de la higiene, el de la contaminación en diversos rubros, y en su gente misma—  ha cambiado tanto (y no para mejor) que francamente no me apela retornar.

Tengo una gratitud inmensa para el país que me vio nacer y donde permanecí durante 47 años (porque dos los viví en la Argentina). Para todos quienes con sus conocimientos contribuyeron a mi educación formal. Para quienes me proveyeron verdadera cultura, modales, y formaron una manera de relacionamiento con mis congéneres. Todos ellos prácticamente ya no están entre nosotros. 
 
El país en sí necesita un cambio profundo, y si ese proceso comienza cuanto antes, llevará no menos de una veintena de años en plasmarse completamente. 

Así las cosas, digo este año un definitivo adiós a Montevideo, a Uruguay, y me voy. Me voy para no volver. Al menos para no volver hasta dentro de quién sabe cuánto tiempo, si acaso en algún momento retornase. 

Toda despedida es triste, deja una secuela de dolor. Cuando aún en la despedida, hay una seguridad de reencuentro, entonces ese adiós es 
momentáneo, circunstancial y nada más.

Pero este mi adiós es diferente. Es un adiós definitivo, un adiós final. Es decir adiós, e irme para no regresar.

Sé que mis amigos lo van a sentir y mucho. Sé que algunos de ellos se han de quedar sorprendidos. Otros ya lo saben, y me han dicho que me comprenden.
A esa comprensión apelo. Porque mi cariño por ellos seguirá invariable, hasta el fin de mis días.


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