Cuando amigos se
despiden con un adiós, ese saludo no significa un “no te veré más”, sino, como
dicen los italianos “a rivederci” o sea, hasta volverte a ver.
Pero mi caso es
diferente. Estoy viviendo circunstancias muy especiales, y pronto a decir un
adiós prácticamente definitivo.
En 1989, debido a un
trabajo profesional obtenido por concurso, dejé mi país del cual soy oriundo,
y culminé afincándome en los Estados Unidos de América.
Aún así, cada año,
debido a la presencia de mis padres, retorné tomándome vacaciones, para
poderles visitar.
Primero mi padre
partió a la eternidad, el año pasado lo hizo mi madre.
Sólo me quedan muy
buenos amigos y amigas, pero no familia. Entonces, he decidido poner fin a mi
visita de cada año.
Tal vez, cada tantos
años, si el Ser en Sí me lo permite, vuelva. Pero sé que los amigos
comprenderán perfectamente mi decisión. Y por otra parte, ya el ambiente del
país en todos los aspectos –el educacional, el social, el cultural, el
económico, el de la salud, el de la higiene, el de la contaminación en diversos
rubros, y en su gente misma— ha cambiado
tanto (y no para mejor) que francamente no me apela retornar.
Tengo una gratitud
inmensa para el país que me vio nacer y donde permanecí durante 47 años (porque
dos los viví en la Argentina). Para todos quienes con sus conocimientos
contribuyeron a mi educación formal. Para quienes me proveyeron verdadera
cultura, modales, y formaron una manera de relacionamiento con mis congéneres.
Todos ellos prácticamente ya no están entre nosotros.
El país en sí
necesita un cambio profundo, y si ese proceso comienza cuanto antes, llevará no
menos de una veintena de años en plasmarse completamente.
Así las cosas, digo
este año un definitivo adiós a Montevideo, a Uruguay, y me voy. Me voy para no
volver. Al menos para no volver hasta dentro de quién sabe cuánto tiempo, si
acaso en algún momento retornase.
Toda despedida es
triste, deja una secuela de dolor. Cuando aún en la despedida, hay una
seguridad de reencuentro, entonces ese adiós es
momentáneo, circunstancial y nada más.
Pero este mi adiós es
diferente. Es un adiós definitivo, un adiós final. Es decir adiós, e irme para
no regresar.
Sé que mis amigos lo
van a sentir y mucho. Sé que algunos de ellos se han de quedar sorprendidos.
Otros ya lo saben, y me han dicho que me comprenden.
A esa comprensión
apelo. Porque mi cariño por ellos seguirá invariable, hasta el fin de mis días.
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