Wednesday, February 17, 2016

CUANDO SE DEVIENE EN MAESTRO



Un maestro es alguien que cursó estudios para serlo, que dio exámenes para obtener su cargo, y que luego lo ejerce con sapiencia y sobre todo con vocación.

El maestro es un formador de seres humanos, de generaciones que pasan  bajo su efectiva acción educadora.

Pero hay otra maestría, que es la que otros reconocen en alguien, cuando esa persona se transforma en un referente preferencial o ineludible de cierta forma de ser, de trabajar profesionalmente, donde no existe la intención específica de enseñar algo, sino el firme propósito de hacer la cosas bien y con responsabilidad.

Ocurre que ese proceder correcto, responsable, con pautas claras y permanentes, va proyectando una imagen y a su vez va forjando en otros un ejemplo a tener en cuenta. Entonces de esa manera espontánea, se termina por ser maestro de muchos, sin tener siquiera consciencia uno mismo de que lo está siendo.

En pocas horas he tenido dos expresiones de ese respeto y esa apreciación valorativa hacia mi persona como alguien que ha sido con su actividad profesional un ejemplo para otros, alguien de quien otros se han beneficiado y aprendido.

Ayer no más, Carlos Chúman, un eficiente corresponsal que la Voz de América tiene en Washington D.C. me escribió en Facebook, llamándome “Maestro” y preguntándome si me había jubilado.

Hoy, un muy buen técnico operador de grabaciones de CX-44 “Radiocolor Panamericana”, emisora donde pude desarrollar todas las noches por dos años consecutivos, un programa que iba de lunes a viernes de 10 a 11:30PM titulado “Siglo XXI”, --que ha sido hasta el presente la más gratificante experiencia en radio que  he tenido--, el señor Daniel Feble, me decía que estaba muy agradecido a mi persona, que me recordaba con frecuencia, y que había aprendido mucho de mí, viéndome trabajar.

Confieso que  me impactaron sus sinceras palabras, y que nunca hubiera pensado calar tan hondo en alguien, simplemente por mi trabajo, y la forma en que lo desarrollé.

Entonces me di a reflexionar cuánto –sin saberlo—uno puede influir en otras personas, cuánto puede proyectar en otros que resulta en un aprendizaje, cuánto de positivo se deja en el paso por la vida, de lo cual uno mismo no lo sabe ni lo imagina.

Es reconfortante tener la dicha de saberlo, aunque sea de algunas personas, aunque sea parcialmente. Porque bien cabe la honesta pregunta: ¿para cuántas más habremos sido benéficos?, ¿cuántas más nos estarán agradecidas por haber compartido tareas?, ¿en cuántas más habremos sembrado con nuestra forma de ser y nuestro hacer, una semilla positiva?...

Es imposible que tengamos el panorama total. No importa. Simplemente somos y hacemos conforme a nuestros valores, a nuestro proceder, a nuestros conocimientos y a nuestra idiosincrasia. El juicio de valor, queda para los demás.

En lo que me es personal, me doy por más que satisfecho. Nunca lo hubiera imaginado si no me lo hubiesen dicho. 


enigma
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