Porque necesariamente, una mudanza nos obliga a desprendernos de muchas de ellas, donándolas, vendiéndolas, o finalmente, tirándolas a la basura.
Vengo de pasar una doble experiencia de este tipo. Primero cuando vacié mi casa en Virginia para venderla. Y luego, cuando vacié mi apartamento en Montevideo con el mismo propósito.
En ambos casos, hube de desprenderme de muchas cosas que me rodeaban. Fue la oportunidad primero que nada de evaluarlas. ¿cuánto sirvieron y cuánto continuarían o no sirviendo?, ¿cuán válidas han sido para mi vida y cuán prescindibles resultan?, ¿mantienen su actualidad, o están obsoletas?, etc. etc.
Soy un gran amante de los libros. Cuando me mudé a Iowa City compré 3 nuevas bibliotecas porque las que ya tenía no me alcanzaban. Pero hube de sacrificar alrededor de 100 libros, que --por ser material reciclabe-- allí conocieron su destino.
Y como eso, tantas otras cosas.
La ocasión es buena entonces para balancear aquello de ser y tener.
Las cosas complementan, ayudan o sirven a los propósitos de nuestro vivir, pero no constituyen por sí la vida misma, y muchísimo menos aún nos definen o constituyen quiénes somos.
Somos y valemos más allá de las cosas que nos rodean, y que poseemos o no. Somos por nosotros mismos, sea que las cosas estén o no estén.
Aprender a prescindir de muchas cosas, saber desprenderse de ellas sin sentir culpa, o tristeza, es parte de una sabiduría por ser más humanos, pues estamos en medio de una civilización que tiende a cosificarnos, a depender de las cosas.
Es ridículo pero cierto que hay gente hoy día que dice que no podría vivir si no tuviese un teléfono celular. Tendría que preguntarse ¿cómo hicieron quienes no lo tuvieron hasta hace poco, o cómo hacen quienes han optado por no tenerlo aunque podrían?
Una situación es que las cosas estén a nuestro servicio, otra es que las cosas nos pasen a dominar, a crear una relación de dependencia tal que lleguemos al punto en que pensemos que no podemos ser, si no es con ellas.
Creo que no debemos esperar a una mudanza, para quitarnos muchas cosas de encima.
Considero que cada primavera es una excelente ocasión para hacer una limpieza a fondo de nuestros lugares donde guardamos cosas, y eliminar sin pena todas aquellas que están ocupando un lugar inútilmente.
Es en parte un ejercicio de revisión de nuestra vida misma. Es valorar lo que importa y desechar lo que no.
Esto puede llevarse también a otros planos, por supuesto, donde la simple rutina, el hábito, la costumbre, y la falta de coraje o imaginación, no nos impulsan o animan a cambiar una situación de vida que en lugar de aportarnos, nos quita; que en lugar de hacernos más y mejores, nos empeora; que en vez de darnos felicidad, significa un constante escollo, problema, conflicto, e insatisfacción asegurada.
Que cada quien piense cuántas cosas tiene de las cuales desprenderse, cuántas situaciones de las cuales salir, y cuánto de nuevo, y sobre todo de más liviano, se está dispuesto a llevar para seguir viviendo, y viviendo más plenamente.
enigma
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