Wednesday, September 12, 2012

La calma después de la tormenta

La naturaleza se encarga de demostrárnoslo meteorológicamente: luego de cada tormenta, el sol sale nuevamente.

La vida retoma su cauce, todo vuelve a lucir bajo la plena luz, y bajo un clima agradable.

He pasado por una tormenta feroz del alma y del espíritu.

2009 era un año que se presentaba promisorio, luminoso, de temperatura cálida para mi ser.

Cierto que había un factor inquietante, perturbador, que fue la enfermedad de mi esposa, diagnosticada en Septiembre de 2008.

Pero paralelamente, mi espíritu tenia motivos para regocijarse, tenía un magnífico sostén que le ayudaba a pasar ese aciago período. Un sostén lleno de sentimientos hermosos, de poesía, de ternura.

2010 fue el año en que fuertes vientos y lluvias casi abatieron el barco de mi alma, cuando en abril mi esposa partió hacia la eternidad. Un golpe muy rudo, del cual quedé como atontado por un tiempo. Hubo que remar contracorriente, y en medio de mar proceloso, hasta arribar a muelle.

En Septiembre de 2010, parecía que habíamos arribado a buen puerto. Con buen tiempo, y cielo despejado, el alma se regocijaba en el calor de las buenas relaciones, y surgía por primera vez una esperanza, un anhelo, casi un sueño dorado.

Sin embargo no duraría mucho tiempo en que comenzarían a asomar por el horizonte del alma, nubes de tormenta que se iban aproximando. De momento estaban lejanas, apenas discernibles en el horizonte. Era marzo de 2011, y aún cabía esperar que esas nubes se disiparan, y se corrieran hacia otro lado.

Sin embargo, las nubes se fueron aproximando cada vez más. Temeroso de que se desatara una gran tormenta, no obstante la amenaza pasó, el cielo volvió a despejarse y mi alma disfrutó de un hermoso sol, y una tibia temperatura en febrero de 2012. Pero apenas una semana más tarde, densos nubarrones oscuros cubrieron totalmente el cielo de un gris plomizo,el día se hizo noche, el Sol desapareció de la vista, y la tormenta que sobrevino sobre mi alma duró largos meses, hasta el 11 de Septiembre, si, apenas ayer.

Por momentos bevísimos, parecía que el viento amainaba, pero luego volvía a arreciar con violencia, con fuerza, destrozando y destruyendo todo a su paso, al mejor estilo huracán. La destrucción fue grande, y ciertamente costosa... entonces recién anoche, sobrevino la calma total. Las nubes se disiparon mágicamente, el cielo estrellado, lucía sereno y hermoso, y esta mañana despuntó un día claro y soleado con una temperatura agradable.

La tormenta del alma y del espíritu habían pasado para siempre....la malignidad de las fuerzas ocultas que la desencadenaron se retiró, se fue lejos, bien lejos....y yo quedé en completa armonía conmigo mismo.

Anoche, después de más de un año, pude dormir verdaderamente en paz.

Había estado disminuido, pero no vencido, y jamás derrotado.

Ahora, con nuevos bríos y nuevas fuerzas, encaro dinámicamente el presente y mi futuro a corto y mediano plazo.

En el corto plazo, encontrar un alma gemela, y tarea remunerada para hacer. En el mediano plazo, las vacaciones, que aún no tengo definidas, ni de cuándo a cuándo, ni dónde.

Pero espero que todo se vaya dando. Mi alma se regocija en la calma, y mi espíritu halla su gozo en lo superior.

La experiencia vivida, siempre deja una culminación positiva. De ella se aprende y se extraen lecciones.

Las tendré en cuenta, por cierto que si. Fue mucho el dolor que me tocó pasar, y que lo sobrellevé con estoicismo y gallardía, como para no estar alerta y en guardia.

A veces, y creo que es natural y lógico, uno tiende a pensar que las demás personas son interiormente tan sencillas y buenas como uno. Que no tienen recovecos ocultos, donde anidan cosas extrañas. Que son coherentes, que no dicen un día una cosa y otro dia otra. Que cuando dan su palabra, la cumplen a cabalidad. Que no mienten. Y que se están a lo que han dicho, escrito y hecho, y no lo niegan.

Pero esa rectitud en el proceder, esa lógica, esa coherencia, no son al parecer dotes que todos poseen. Entonces se aprende la dura lección de que hay quienes son distintos y operan con parámetros tan diferentes a los de uno, que a veces, uno queda como rascándose la cabeza, tratando de entender un entreverado meollo, una especie de tela enmarañada dificil de desenredar.

Yo me paro firme en mis valores, en mi forma de ser, en la manera en que he conducido mi vida hasta el presente. Sigo afirmando que el valor supremo, y que el sentimiento más maravilloso que el ser humano puede desarrollar, es el amor.

Y concuerdo con Andreea Petku cuando dice que "El corazón tiene razones que la razón no entiende".



enigma

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