Friday, August 16, 2013

EL VALOR DE SER COHERENTE Y RESPONSABLE


Recuerdo que en tercer año de enseñanza secundaria, dentro de la literatura española, estudiamos a Jorge Manrique, y me molestaba mucho que hubiese escrito que "todo tiempo pasado fue mejor".

Para mi el mejor tiempo era el que estaba viviendo, en mi fresca juventud.

Hoy, con algunas décadas encima, no puedo tampoco decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero sí, que fue diferente.

Y de ese tiempo pasado, nos vienen los valores con los que nos educaron en la escuela, los maestros vocacionados y de calidad que había entonces, y nuestros padres en el hogar.

Entre esos valores señalo dos muy importantes. Uno, ser coherente. Ello implica tener una línea de pensar y de proceder que son totalmente compatibles, en cualquier momento.

Sí podemos variar la  forma de pensar, sí podemos equivocarnos, pero entonces lo diremos expresamente y lo reconoceremos.

Si se trata de cosas livianas, de poca entidad, ello es posible. Si se trata de sentimientos profundamente arraigados, de principios, de cosas que están atadas a nosotros fuertemente, entonces no se puede proceder con ligereza, decir: cambié en mi manera de pensar...y a otra cosa.

Porque no se trata de cosas nimias, sin valor, superficiales. Estoy hablando de aspectos que involucran a todo nuestro ser, como el amor.

Y lo que advierto y constato en nuevas generaciones es que ni el amor importa mucho, ni es algo profundo, sino algo aleatorio, que viene y va, que llega y no se queda, o se cambia al tiempo. 

Parece que se obrara con aquel criterio de "en la variación está el gusto". Lo que permanece por un tiempo madura rápido, y hay necesidad de sustituirlo o cambiarlo, si no, aburrre. 

Es la misma mentalidad que existe forzadamente ahora con ciertos articulos o aparatos que adquirimos. Antes, si se compraba un refrigerador, una cocina, una máquina lavarropas, duraba por décadas.  Ahora las hacen para que duren 5 o 6 años, y a tirarlas, hay que comprar nuevas que, claro, vienen con más adelantos, más posibilidades de hacer cosas, reducción del consumo de energía, etc.etc.

Ni qué hablar del ámbito cibernético donde Apple cada año saca un aparatito nuevo, y donde estar a la moda con lo último es "cool", y donde computadoras que aún funcionan perfectamente quedan obsoletas por no poder correr nuevos programas más pesados.

Pero las personas no somos máquinas. Supónese somos humanos, tenemos sentimientos, nos afiliamos con gran lealtad al cuadro de fútbol, y aunque pierda campeonatos, le seguimos siendo fiel. Nos afiliamos a un partido político, y lo seguimos así pierda o gane las elecciones. Nos afiliamos a una congregación religiosa,  a un club de Leones o Rotarios, y no le fallamos. 

¿Por qué? porque esas entidades han calado hondo en nosotros, nos involucran totalmente. Pasan a ser parte de quienes somos, no nos concebimos sin ellas. Entonces actuamos con coherencia. Siempre estamos en una misma línea, esos sentimientos desarrollados a lo largo del tiempo, no cambian, por el contrario, se enriquecen.

Sin embargo, con un sentimiento tan importante, el máximo que puede desarrollar un ser humano, como es el amor, lo trivializamos, al punto lo deformamos y rebajamos, que ya casi se diría no existe. Lo que lleva ese nombre es una burda caricatura de lo que realmente es.

Fácil les parece entonces a algunas personas jóvenes y no tan jóvenes, desprenderse de un ser amado, y pasar a otro, y luego a otro....porque en el fondo carecen de coherencia, carecen de saberse a sí mismas, quiénes son, qué es lo que realmente quieren, cómo valoran y que sentido tienen sus vidas.

Y el otro valor al que me refiero, y que me parece más elemental aún, es: ser responsable. Quien no lo es se falla a sí mismo/a. Se desvaloriza a sí mismo/a. Y claro, pierde valor como persona en la consideración de los demás.

Hay gente que obra como los políticos profesionales, de los cuales suele decirse de que "prometen pero no cumplen". Mala cosa, y mal ejemplo.  La promesa se cumple y en tiempo razonable. La palabra empeñada es obligación contraída. Lo que surge de una relación, laboral, deportiva, espiritual, romántica, demanda responsabilidad. 

No se va al trabajo cuando se tiene ganas o se inventa una excusa para faltar. No se llega a deshora y se va más temprano, se cumple con el horario y con la carga de trabajo que a uno le corresponde.

Así con otros aspectos de la vida. La responsabilidad por lo que se dice y lo que se hace. Las palabras comprometen, los hechos nos comprometen. Hay gente que toma todo eso tan básico, con total liviandad.

Si prometen y no cumplen, igual duermen tranquilos/as de noche. Su conciencia (¿la tienen?) no les reprocha nada. Si deben cuentas, no se preocupan, hacen la calesita de deudas con sus tarjetas de crédito. Viven a salto de mata. 

Si empeñaron su palabra en algo, pero después no hacen nada, son hábiles en fabricar excusas: no tengo tiempo, estoy muy ocupado/a, lo haré pronto....y es ¡nunca! 

Y aqui también noto la diferencia con quienes tenemos más años. 

Para mi, para la gente de mi generación, una promesa se cumple y se cumple en tiempo prudencial. Una palabra empeñada, es como un documento firmado. 

Hay que ser responsable con el trabajo, con las finanzas, con la familia, con los amigos, y en el amor. 

Si se falla en esas cosas, si no se es coherente ni responsable, cabe que cada quien se pregunte: ¿qué clase de persona estoy siendo?, ¿a dónde quiero llegar con mi conducta?, ¿cuánto daño estoy haciendo a terceros de lo cual ni me preocupo o no soy totalmente consciente?

Y ahora, maticemos todo con una bella música...





enigma
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