La reciente reunión
panamericana de Presidentes en Panamá, ha puesto de relieve cuánto se gana en
tener una actitud positiva y en procurar entendimientos en lugar de
enfrentamientos, tender puentes, en lugar de cortar relaciones, comunicarse en
lugar de establecer bloqueos y aislarse.
Esto que se da en el
terreno político, es esencialmente algo que tiene que ver a nivel personal y
humano.
Y si alguien se lleva
en este caso los méritos de un nuevo relacionamiento continental, y de la
búsqueda honesta del mismo, sin apearse de principios que son totalmente
válidos y que están profundamente arraigados en la experiencia democrática y
republicana, es el mandatario estadounidense Barack Obama.
Pero como nunca
escribo de política, no es este mi tema aquí.
Lo pongo sólo a vía de ejemplo de
lo que es posible hacer cuando hay voluntad y decisión de hacerlo. De cuánto se
pueden distender las tensiones, de cuánto se pueden allegar criterios y hacer
cosas juntos, si existe el sincero propósito de que así suceda.
Y esto es totalmente
válido para las relaciones personales.
No es con enojos, no es con caprichos,
no es desatendiendo pedidos, no es cerrando el diálogo, o llevándolo a un nivel
mínimo, no es creando distancias innecesarias, que se cimenta confianza,
amistad, y que se logra el entendimiento.
En lo personal hay
una sola cosa en la que no cedo un ápice: en cuanto a ética y principios. Pero
en base a los mismos, y sin negociar de ellos nada a cambio, en todo lo demás,
soy siempre una persona abierta al diálogo y a buscar elementos de coincidencia
más que factores de discrepancia.
Tengo amistades con
las que discrepamos abiertamente en ciertos temas, pero no por eso dejamos de
ser amigos.
Hay personas que no
son de mi amistad, pero siempre les ofrezco la posibilidad de un encuentro
personal y un diálogo tomando un café o un refresco según sea la ocasión,
porque apuesto al encuentro personal como la mejor forma de conocerse,
respetarse y procurar entenderse.
Es que es muy
alentador actuar de esa manera, y hay una gran recompensa en proceder de esa
forma.
Después de todo,
nadie es perfecto. Todos erramos y nos equivocamos en algo y por eso mismo,
todos tenemos que estar dispuestos a perdonarnos, siempre y cuando haya
sinceridad en nuestra actitud. Siempre y cuando el cinismo y la hipocresía no
jueguen un papel.
Cuando procedemos con
honestidad, lealmente, y nos expresamos con claridad, en forma abierta, sin
ocultamientos, entonces el camino al entendimiento siempre es posible.
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