El tema que hoy
quiero abordar con ustedes es: la confianza.
A veces no nos damos
cuenta que vivimos confiando. Cuando decimos “¡hasta mañana!”, estamos
tácitamente expresando nuestra confianza en que viviremos hasta el día
siguiente.
Cuando ascendemos a
un taxi, un bus o un avión, estamos confiando en quien lo conduce, de quien no
sabemos absolutamente nada.
Tal vez en el avión
llegamos a saber el nombre del capitán porque él mismo se presenta, o nos lo
dice un asistente de abordo. Pero no sabemos si se encuentra deprimido y va a
estrellar el avión en que viajamos…. Simplemente, confiamos.
Cuando un nuevo compañero
de trabajo está encargado de una parte del mismo para que todo salga bien,
confiamos en que ha sido bien seleccionado, y en su experiencia y/o pericia
para hacer su cometido.
Pero no tenemos
reales bases para ninguna de esas confianzas.
Simplemente nuestra
actitud natural es de confiar, porque la vida misma demanda tener esas
confianzas para poder hacer las cosas que
posibilitan nuestra existencia de cada día.
Entonces, nuestra
existencia misma, se basa en la confianza.
Es muy triste tener
que adoptar el lema de “Los Archivos X”, que decía “Trust no one”, o sea, “No
confíes en nadie”. Porque entonces pasamos a vivir una existencia paranoica, en
que vemos potenciales enemigos por todos lados, en que miramos permanentemente
a nuestro alrededor pensando que alguien nos va a estar queriendo hacer daño, y
vemos todo bajo un cristal en el cual, cuando se nos dice algo, buscamos
intenciones ocultas, o malignas, en lugar de tomar las cosas a derechas,
directamente, y ver la realidad tal cual es.
En otras palabras,
vivimos un mundo de villanos fabricados por nuestra mente e imaginación.
Si en cambio,
volvemos al mundo real, nos daremos cuenta de cuántos nos quieren mucho y bien.
Nos daremos cuenta de que fuimos nosotros mismos quienes atribuimos intenciones
o sesgos en frases que eran sinceras y
directas, pero que no llevaban una carga oculta tras de sí.
Y en ese mundo real,
descubriremos que todos somos imperfectos y cometemos errores, pero todos esos
errores pueden ser perdonados y superados. Y que –a menos que ocurran actos que
inequívocamente nos demuestren lo contrario--
no tenemos por qué sospechar de
nadie, ni descreer de nadie, ni desconfiar de nadie. Y menos de quienes son
personas amigas.
Porque la
desconfianza sin razón, aumenta la sospecha, separa y divide a las personas, y
hace daño en forma inútil.
Por eso, he visto la
reflexión muchas veces en las redes sociales, de que la confianza es la base de
la relación de una pareja.
Y lo voy a poner en
términos muy materiales y prácticos. Si yo no confío en mi pareja cuando tengo
sexo, entonces debo acudir a los condones, imprescindiblemente. Pero si tengo
confianza plena, entonces sé que no los necesito, excepto para evitar un
embarazo si es que ella no usa anticonceptivos.
Pero en la totalidad
de la relación de pareja, si una parte va a sospechar de la otra, si no confía,
si siente que puede ser o está siendo mentida o traicionada, comenzará a tener
esa existencia paranoica a la que me refería anteriormente. Procurará poner
límites y controlar a su pareja al máximo en todas sus relaciones sociales,
porque cada amistad que surja, será motivo de escrutinio, y de sospecha.
Y eso, no construye
la vida en pareja, sino que la destruye desde dentro misma.
La vida toda, y la de
pareja por supuesto, tiene que ser vivida en plenitud y con total libertad.
Hace poco una amiga
escribía en Facebook, que tenía el derecho a tener sus propias amistades, con
total libertad. En otras palabras amistades suyas, no de ella y de su esposo. Y
a relacionarse libremente con esas amistades.
Eso es lo que corresponde, y debe ser recíproco.
Pero eso es posible,
en tanto de ambas partes hay mutua confianza en la otra.
Y eso es lo que debe
haber para que haya armonía, equilibrio, entendimiento y paz en el hogar.
También conocí un
matrimonio en Estados Unidos que tenía un acuerdo muy singular: cada integrante
de la pareja podía tener sus amistades o romances por allí, y no le contaba
nada a la otra parte. Y eso era recíproco entre el hombre y la mujer.
A ninguno de los dos
les interesaba saber lo que hacía el otro. Sólo les interesaba continuar
estando juntos y mantener el hogar.
Yo me dije: cosa de
estadounidenses. No me caben en mi mente latina.
Pero cuando se logra
una verdadera armonía basada en la confianza y respeto mutuos, muchas otras
cosas empiezan a andar bien, empiezan a ocurrir de tal manera que hasta nos
sorprenden, pero se dan.
Son esas puertas
abiertas con las que el Ser en Sí nos bendice, y a las que me he referido
muchas veces en este blog, como ejemplo de que “Su mano” está sobre nosotros,
nos ama, no nos suelta, y quiere para nosotros lo mejor.
Oportunidades que ni
buscamos, de las que no sabíamos, se nos presentan de golpe y nos llevan a
viajar, a conocer otros países y otras gentes, a vincularnos con organizaciones
e individuos con los que conviene quedar luego en contacto.
Nuestra vida toda se
enriquece de ello.
Felices pues, quienes
confían y no se rinden a aquello de “la confianza mata al hombre”.
Por el contrario, “la
confianza impulsa al ser humano” hacia nuevas amistades, metas y logros. Hacia una vida más variada y más
rica.
enigma
Textos protegidos por derechos de autor
No comments:
Post a Comment