En mi último escrito para este blog discurría acerca
de “Cuando los seres queridos se van de viaje”.
Hoy quiero referirme a cuando uno se va de viaje,
dejando detrás a los seres queridos.
El punto clave está justamente ahí. Estamos solos, no
con ellos. Vamos a estar solos por un tiempo. Les vamos a extrañar por
supuesto.
Y en esa situación, si bien podemos disfrutar nuestro
lugar de destino, encontrarnos con amistades, o hacer nuevas amistades,
contactos y relaciones, aprovechar el buen tiempo o la actividad específica que
nos ha convocado de la mejor manera posible, de cualquier manera, cuando
regresamos a descansar a nuestra habitación del hotel, apartamento propio o
rentado, las personas que queremos se hacen presentes de manera especial en
nuestra memoria.
Les extrañamos, les echamos de menos. Ya quisiéramos
volver, y contamos los días que nos separan del reencuentro.
Pero es justamente en esas circunstancias, cuando las
llamadas telefónicas, o los mensajes por internet vienen en nuestro auxilio.
Ellos son la expresión del cariño que se nos tiene, de
cuánto quienes quedaron atrás están pensando en nosotros, quieren saber de
nosotros, y se hacen presentes para de alguna manera acompañarnos.
De esa manera, comunicándose, llegan a saber de
nosotros, y nosotros de ellos, y venciendo distancias, nos hacen sentir que
estamos en cierto modo, juntos. Y ello por cierto nos reconforta.
¡Qué importante es una llamada telefónica (cuando ella
es posible) o un correo electrónico!
Nos traen alegría, se regocija nuestro corazón, por un
momento nuestra soledad desaparece. Nos dan a la vez una sensación de
seguridad. ¡Ellos están ahí, por nosotros!
En medio de la distancia, y de la soledad en que nos
encontramos, de la separación respecto de ellos, en esos momentos, nos sentimos
arrullados como en algodones. Cobijados por el cariño que nos dispensan.
Cálidamente rodeados por sus palabras que hablan directo a nuestro
corazón. Y de él surge un solo sentimiento:
¡gratitud!
enigma
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