Wednesday, May 6, 2015

EL IMPACTO DE LA MUERTE

Hoy me escribió un gran amigo. Y comienza su carta diciéndome:

"Lamentablemente mi padre ha fallecido. Falleció el xxxxx a las xxxx hrs. El sepelio fue el día xxxx a las xxxx hrs.
La familia hemos paliado un poco la pérdida que, aunque irreparable, sabíamos que era inminente por su estado tan delicado. Tuvo una larga convalecencia, pero una agonía corta, y damos gracias de que por lo menos no haya sufrido durante el trance de la muerte y que ahora ya esté descansando. Era desgarrador verlo en aquel estado, sobre todo, después de haber compartido toda una vida con él, al presenciar cómo su personalidad se iba desvaneciendo de a poco durante los últimos 3 años. Pero hoy ya descansa en paz."
Tal vez primero, está el impacto de la enfermedad misma. Verificar que el ser querido es víctima de ella, y que dicha dolencia va poco a poco y en forma creciente, haciendo mella de su persona, y de su personalidad.
La persona va dejando de ser tal, y eso, indudablemente resulta desgarrador.
La familia lo sufre en silencio, y ante el enfermo trata de mostrar buen ánimo, de pronto hasta hacer algún chiste o crear una situación jocosa. 
Cuanto más prolongada es la convalecencia, más aumenta la tensión entre los familiares, más la angustia de verle disminuyendo paulatinamente respecto de quien era cuando estaba sano, con plena vitalidad.
La muerte luego impacta por poner un punto final a esa situación, pero abre un punto inicial para una nueva: la ausencia de la persona que ha partido. El lugar vacío en la mesa, la voz que no se escucha, el diálogo que no se tiene, aquellos ojos con los que nadie más se va a encontrar.
Y allí es cuando las palabras quedan cortas, y tal vez el silencio y un apretado abrazo son capaces de transmitir mejor el sentir solidario, ante la pérdida irreparable.
Porque sólo el tiempo va cubriendo con un manto de consuelo, la herida que de golpe se ha abierto.
Entre medio, la unión de la familia, el respaldarse mutuamente, y la compañía de las amistades, van tejiendo la trama necesaria para que el dolor se atenúe, y lentamente, todos se acostumbren a la ausencia de quien se ha ido para siempre.
A mi amigo ya le expresé personalmente mis condolencias, pero valgan estas humildes reflexiones, para sentir intensamente, eso a lo que todos indefectiblemente nos vemos enfrentados: el adiós definitivo de un ser a quien hemos amado.  

Que la paz   --esa que sobrepuja todo entendimiento-- inunde los sentidos de mi amigo y su familia.



 enigma
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