La vida misma es compleja, tiene sus altos y bajos, sus sonrisas y sus llantos, pero hay algo entre medio, algo que nos obliga a pensar y a enfrentarnos con nosotros mismos, y eso se llama dilema.
Dilema es --como dijera una querida amiga-- estar partido a la mitad. En otras palabas, nuestro corazón nos dice una cosa, y nuestra mente otra. O tal vez ambos nos hablan de dos alternativas, y el dilema, el enfrentamiento con uno mismo, consiste en estar en la situación de no saber qué decidir, hacia dónde ir, con quién vivir, cómo ver el futuro (¡ah, si uno pudiera atisbarlo siquiera!).
El dilema se transforma en incertidumbre. Un análisis frío, objetivo --es lo aconsejable pero en buena medida irreal-- nos permite hacer una lista de pros y contras, pero la duda puede persistir al final: ¿hemos puesto todos los pro y todos los contras, no nos habremos olvidado de algunos, o no los vimos, o nos traicionó el subconsciente y no quisimos verlos?
Cuando lo que está en juego es la vida misma de uno, ¿dónde estar, con quiénes convivir, en que ámbito, bajo qué condiciones, qué cambio sustancial determina la nueva situación? no es nada facil tomar una decisión.
Pero tampoco es adecuado quedarse en donde uno está. No sólo físicamente sino sentimentalmente. Hay cosas que lo arraigan a uno en cierta medida. Hay situaciones que pueden pesar tanto como para que uno acepte quedarse con lo conocido, pero hay factores motivacionales y sobre todo sentimientos profundos que nos convocan a ser más de lo que somos ahora, a expandirnos más, a llegar a niveles no alcanzados.
Tenemos entonces que estar abiertos a lo nuevo, a lo un tanto insólito, a lo que no conocemos del todo cómo podrá funcionar, pero confiamos y arriesgamos, porque finalmente en esa aventura está la quintaesencia de lo humano. No se trata de lanzarse al vacío, se trata de tomar una decisión teniendo ciertas garantías y bases para hacerlo.
La decisión implica un cambio sustancial. Pero no podemos quedarnos estancados. Es aquello de "¡no te salves!" de Bendetti. Es sentise con sangre en las venas, y lanzarse en pos de un futuro distinto.
En eso estoy actualmente. No es facil. Hay complicaciones prácticas, pero todo es superable. Lo que cuenta es la voluntad. La única duda admisible es plantearse: ¿y si resulta un error?, ¿y si termina siendo una decision equivocada?, ¿y si debimos pensarlo más?
Pero llegado el momento, no hay que dejarlo pasar. Y el momento para mi es este.
Entonces con fe, con esperanza, aguardando lo mejor, el dilema debe diluirse, y dar paso a la acción.
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