Solo, al caer la noche, mientras me rodea el silencio de la casa únicamente habitada por mi, me refugio en mi escritorio.
Y allí mi laptop es mi compañera y mi cómplice. Ella sabe de mis correos electrónicos, y de mis inspiradas páginas para este blog.
Ella sabe de los artículos sesudos para otro blog y de la investigación y el armado de capítulos para un nuevo libro que estoy escribiendo.
Ella es testigo de mis emociones cuando recibo ciertos mensajes, y cuando escucho alguna música, como la de Ernesto Cortázar.
Solo, en el silencio de la noche, es cuando más que nunca lamento esta especie de “castigo de lujo” que es para mi la soledad.
Y aquí en mi escritorio, apenas iluminado por la lámpara de pie a mi lado, pienso, medito, y te extraño.
Porque quisiera que estuvieses aquí. Porque quisiera escuchar tu voz y sentir tu presencia.
Porque quisiera que nos fundiéramos en un abrazo que exprese todo cuanto sentimos, y poder entonces brindar por el encuentro, y reir con gusto, y contarnos cosas, y sabernos juntos.
¡Ah! la distancia, el tiempo, nuestros compromisos y nuestras situaciones de vida.
Y sin embargo, muy hondo en mi corazón, calladamente, aunque nadie lo comprendiera, abrigo la esperanza de que esta soledad se termine. Y se termine definitivamente.
Abrigo la esperanza de una nueva vida, una vida renovada tal vez en todo sentido.
Desde el lugar donde vaya a vivir, a con quiénes habite, y tantas otras cosas.
Pero ya nunca más solo.
Tal vez entonces ya no escriba tanto, pero sea feliz dedicándome a hacer muchas otras cosas, y fundamentalmente, en tu compañía.
¿Quién eres tú?, ¿dónde estás tú?. Pues, tú lo sabes….
enigma
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