Wednesday, April 24, 2013

¿Puede alguien cambiar de la noche a la mañana?

  Comentario de la Editorial sobre el libro:
 
El presente libro trata de abrir un camino en la indagación sobre los cambios personales. Qué cambia, por qué y cómo, en la persona que experimenta una transformación personal y vital.

El autor convoca en estas páginas a filósofos, antropólogos, psicólogos, etc., para diseñar una descripción sobre el proceso de "llegar a ser uno mismo" y la consecución de una vida auténtica.

La persona tiene siempre la posibilidad de "llegar a ser más", si bien esta esperanza, se encuentra con frecuencia amenazada por las incertidumbres del futuro y las propias resistencias o limitaciones internas y externas.

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Para mi es más que interesante hallar un libro de un antropólogo que analice "Los procesos de cambio de la persona", y me interesa subrayar el subtítulo del libro, que  considero muy importante: Llegar a ser quien soy.

Pienso que en esta breve frase se sintetiza lo fundamental de la búsqueda individual, dirigida hacia la meta de cada quien. 
Tenemos que llegar a ser quienes realmente somos. Es aquella antigua apelación de los griegos que sentenciaban: "conócete a tí mismo/a".

Desde mi punto de vista, se impone una introspección, un autoanálisis riguroso de nosotros mismos. ¿Quiénes somos, cómo somos, qué estamos siendo?

Y en ese autoanálisis el punto cardinal tiene que ser la búsqueda de la autenticidad.

Despojados de ideas preteridas, prejuicios, socio-convencionalismos, atavismos, acartonamientos religiosos, presión familiar, el miedo al qué dirán, tenemos que saber encontrarnos a nosotros mismos en nuestra esencia, y no negarnos, ocultarnos, falsificarnos, edulcorarnos, sanitizarnos, para proyectar una imagen socialmente aceptable, que en el fondo sabemos es cínica o hipócrita.  Que dentro nuestro sabemos que no es real sino ficticia.

No debemos temer encontrarnos a nosotros mismos tal cual somos.

No debemos acallar las voces del corazón, de la pasión, del sexo, de las ideas, de los proyectos, que nos llevan de la mano hacia alguien, aunque ese alguien esté lejos, o no conviva con nosotros, en tanto ese mismo alguien haya tocado todo nuestro ser, nos haya hecho vibrar de emoción,  y verle o sentirle cerca, nos sacuda por dentro.

Ahí está la punta de la madeja de la respuesta a quiénes somos. Ahí está el primer indicio de nuestra búsqueda por la veracidad de nosotros mismos, por el intento serio de ser auténticos.

Cuando llegamos a ese punto, un distintivo de nuestra conducta será ser coherentes. 

Otro será ser responsables por nuestros dichos y nuestros hechos. 

No borraremos con el codo lo que escribimos con la mano, y no borraremos de nuestra historia de vida, lo que hemos vivido intensamente. 

Es parte indisoluble de nosotros.  ¡Somos eso!  Mirémoslo naturalmente, no con miedo, no con vergüenza, sino con la calma tranquilidad que da el ser auténticos.

De ahi que no tiene sentido alguno, no encaja en ninguna lógica, que una persona pueda cambiar de conducta y actitud en su relacionamiento con otra u otras, repentinamente y sin mediar razón alguna para ello. 

No es posible que alguien le diga a otra persona "¡¡te amo!!, ¡¡te amo!! soy tuyo/a!!!" y que luego se olvide de todo eso y pretenda tratar a la persona en un contexto que no es el vivido y expresado.

O que alguien diga "no puedo vivir sin ti", y luego le diga a la misma persona "ni te aparezcas". 

Hay algo descoyuntado allí, hay algo que no encaja, algo totalmente disfuncional. Ese cambio en la personalidad tiene que deberse a algo.

Si la persona que así actúa no padece del trastorno de personalidad limítrofe, o de doble personalidad, o de personalidad bipolar, actitudes semejantes resultan absolutamente incomprensibles.

La persona podrá intentar incluso racionalizar sus actitudes --hablo así por esto, me comporto así por lo otro...-- o acudirá al mecanismo psicológico de proyección (la culpa es del otro o de los otros) pero sólo serán excusas para lo inexcusable.

Recuerdo el caso de un periodista que en diálogo con un político le dice de pronto, muy halagado, "señor, Ud. es un hombre estupendo", y rato más tarde, en el diálogo, cuando al periodista no le agradó algo, le espeta al mismo político: "¡Ud. es un aprovechado!". Más allá de cuidar las formas, un comportamiento semejante no tiene asidero alguno.

Que en un mismo diálogo con una persona, alguien pueda cambiar tan bruscamente, pasando de la apreciación, a la depreciación, es rayano en el absurdo.

Pero si alguien procede así, haría bien en autoanalizarse, o ir a  un psiquiatra para que le analice, y pueda guiarle a encontrarse a sí mismo/a, a superar esas incoherencias, y a afianzar una personalidad sólida, que no varía, y ante la cual, otros sabrán a ciencia cierta a qué atenerse.

Una sola razón encuentro para un cambio radical, brusco, sorprendente, de la personalidad (para el caso, el de los jóvenes que pusieron las bombas en Boston, y que inspiraron este escrito), y es que hayan sido objeto de indoctrinamiento y de un lavado de cerebro. 

Y cabe esperar un cambio en la personalidad de quienes resultaron heridos y gravemente heridos al punto de tenérseles que amputar extremidades. Porque acaban de pasar por una experiencia traumática enorme.

Pero para quien vive una vida aparentemente normal, semejantes atenuantes no son de recibo.  Claro, digo aparentemente normal. Porque tal vez no es totalmente normal. Porque tal vez la persona vive bajo amenaza, o le han lavado el cerebro, o se ha creado un impedimento psicológico por sí misma, o vive calladamente el drama de un corazón partido en dos, y hasta que no se libere de eso, no va a ser auténticamente quien es, no se va a reencontrar con su verdadero yo, con quien supo ser. Con quien puede volver a ser.


enigma
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