El mundo está evidentemente convulsionado.
Recuerdo de mi niñez, cuando se vivía la Guerra Fría.
Es cierto, había un poderío nuclear creciente de por medio, y sin embargo, no había la angustia y desesperación y especialmente la inseguridad de hoy
en día.
Me tocó personalmente vivir en mi país de origen toda
la etapa de la guerrilla urbana llamada “Tupamaros”, que metía bombas, mataba,
asaltaba, robaba, secuestraba, que tenía “cárceles del pueblo” y ajusticiaba
con un tiro en la espalda a sus enemigos.
Era una época en que se corría no sólo el riesgo de
una bala perdida, sino de encontrarse de pronto en un enfrentamiento no
querido, como unos niños en una escuela pública de la ciudad de Pando (una
pequeña localidad al interior de Uruguay).
Nada detenía el ataque de estas fuerzas que –al igual que
los terroristas actuales— se encontraban mezcladas entre la gente, y uno no
sabía quiénes eran. Inclusive si alguna persona con la que uno tenía un trato frecuente, podía serlo.
Eso crea un enorme incertidumbre, y demanda que cada
día uno se mentalice para vivirlo con total normalidad, como si eso no
existiera, pero…sabiendo que existe.
Porque el terrorista gana en la media en que justamente
aterroriza y paraliza a una sociedad, a una ciudad, a un país.
Cuando en cambio
todo funciona normalmente, el terrorista pierde, no ha causado el efecto
querido, por más que se cuenten los muertos y su destrucción.
Entonces, la primera forma de encarar al terrorismo,
es no sucumbir al terror.
La segunda forma de encararlo, es mediante el
intercambio activo, coordinado y centralizado de las agencias de inteligencia
de los países, a fin de interconectar toda información valiosa y utilizarla
convenientemente. De esa manera se pueden descubrir individuos y redes,
atacarles y destruirles, antes que aumenten su daño a la sociedad y a personas
inocentes.
Y la tercera forma de encarar al terrorismo, es desde
su raíz misma.
En el caso actual con el ISIS, con estos islamistas
fanáticos, con estos individuos que viven con los criterios del Medioevo y
quieren imponerlos por la fuerza y el miedo, es menester actuar en las
comunidades donde se anidan, para aislarlos.
Es necesario volcar sustanciales cantidades de dinero
para eliminar esos verdaderos “ghettos” donde anidan las comunidades musulmanas
en Europa, y ofrecerles mejores edificios donde habitar, y
trabajo,--especialmente a los jóvenes—para que encuentren una vida
verdaderamente digna, para que no se sientan discriminados, y para abrirles la
perspectiva de una inserción en la sociedad en la que no vean a ésta como su enemiga,
sino como alguien que les acoge con respeto y consideración.
Y obviamente, contrarrestar toda propaganda e
interpretación torcida del Corán, con intelectuales musulmanes de fuste que puedan
hablarle al corazón de esta gente, y hacerles ver la verdadera esencia de su
fé.
Eso hay que vehicularlo a través de spots y programas de televisión,
revistas, libros, y las redes sociales, en una iniciativa bien planificada y
perfectamente coordinada.
Esto significa, la destrucción sistemática de la
ideología del odio, y su sustitución por una vida pacífica de fe, en medio de
la sociedad toda.
Y este es el elemento fundamental e importante del
encare del terrorismo.
Los organismos de inteligencia y las fuerzas
policiales o militares tienen una franja de actuación, pero antes que desmontar
una célula terrorista, hay que desmontar la ideología que subyace como
fundamento de cada uno de los integrantes de esa célula.
Así entiendo que está planteada la lucha, y así
entiendo, como ciudadano del mundo, que es posible aguardar un mañana mejor,
nuevamente seguro, y en paz.
Hago sinceros votos por ello.
enigma
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