Lo rescatable es la familia reunida en torno a una mesa, la conversción, las anécdotas, los recuerdos, y la vivencia misma de estar todos juntos, más la ingenua inocencia de los pequeños que aguardan que un personaje que tiene distintos nombres según la geografía, durante la madrugada les deje regalos.
Pero más profundamente, siento que debemos una vez más recapacitar sobre el motivo de la celebración.
Con paz, sin ruido, sintiendo amor por quienes nos rodean y por aquellos que ya no están entre nosotros.
Festejamos el nacimiento de un niño, en un pesebre... Pero no es un niño cualquiera. Es el hijo de la jovencita María, la que "no conoció varón". Es Emmanuel, que quiere decir Dios con Nosotros.
¡Qué tremendamente extraordinario que el Ser en Sí se manifieste no en un imponente esplendor, sino en la tremenda humildad de un infante que nace en el lugar donde guardan abrigo los animales, porque "no había lugar en el mesón" donde darle cobijo a María.
Tal vez ahí, al repasar esta historia, encontremos un sentido fundamental de identificación con los que sufren, con aquellos a quienes el mundo no les da lugar, con los olvidados, con los que son apenas un número si acaso, y con quienes ni siquiera están registrados y sus mismos países no saben de su existencia.
Al margen de toda forma religiosa, allí está la quintaesencia misma de la Navidad, y su celebración más genuina nos invita a la reflexión sobre esta humanidad que hoy puebla el planeta, cómo somos, cómo nos comportamos, cuán solidarios llegamos a ser, cuánto nos importa el prójimo, conocido o desconocido.
Que la Navidad sea no sólo Dios con nosotros sino Dios en nosotros.
Como digo, sin ropaje religioso. Con lo simple, sencillo y auténtico. Con entendimiento. Con fe.
Milton W. Hourcade
Textos protegidos por derechos de autor
No comments:
Post a Comment