Tuesday, May 24, 2011

Un corazón solitario....

¿No es cierto que a veces, aún estando rodeados de mucha gente, sin embargo nos sentimos solos?

Sí, porque la gente no puede sustituir una soledad muy especial que llevamos en nuestro corazón, en nuestros sentimientos.

Conozco a una persona que está rodeada de su rutina.

Los niños, el hogar, el colegio, su trabajo, la vuelta tarde a su casa, el marido, pero…hay un vacío.

Un vacío grande, que a veces se hace enorme, y otras se aquieta un poco, pero está ahí, latente, y latiendo.

Un vacío que la tiene partida en dos.

Un vacío que en horas de silencio, en momentos de encuentro consigo misma en su recámara, le hace asomar lágrimas a sus ojos.

Porque en el fondo, al aislarse, se sabe sola. Sin comunicación, sin interlocutor válido, sin nadie que le atienda, que le escuche, que piense junto con ella, que le sugiera ideas. Sin nadie que le signifique un referente para poder entablar un diálogo. Asi está y se sabe.

Entonces, ni aún la familia puede en esos momentos de encuentro consigo misma, llenar ese vacío que se agranda cada día.

Un vacío lleno de silencio…de desligamiento, de ruptura de algo que estuvo fuertemente unido… y que tal vez jamás debió romperse.

Me duele pensar que esa persona esté pasando por una situación así, y que sienta ese dolor muy callado, muy llevado estoicamente, pero muy suyo.

Porque podría ser feliz, podría sentirse completa, podría descansar en alguien que esté dispuesto a tenerle seriamente en cuenta, a darle la importancia y el lugar que ella merece.

Ha querido reconstruir un castillo de naipes, un edificio de arena. Y en el fondo ve que su sacrificio es grande, pero no puede… Los naipes se caen de golpe por su propio peso, o porque un simple soplido es capaz de tirarlos abajo. La construcción en la arena la voltea una ola irreverente, que no respeta su esfuerzo.

Se siente sola….como desamparada…su corazón llora…está en medio de una “misión imposible”, cuyo final no conoce exactamente pero intuye…y le atemoriza…pero cada día constata que su esfuerzo, su sacrificio, su intención muy buena, se deshacen frente a una realidad que le dice: no.

Ojalá esta persona no se consuma inútilmente a sí misma. Ojalá reaccione a tiempo, ojalá ubique sus valores en el justo término, se estime suficientemente a sí misma como para medir su esfuerzo, calcular lo que es en vano, y –en el barco de la existencia— dar un golpe de timón y cambiar de rumbo.

Cambiar el rumbo para retornar a navegar en aguas que ya navegó, que conoce bien y a fondo, donde va a encontrarse segura, donde va a tener la atención que merece y las respuestas que espera. Aguas en las que navegando, le harán sentirse dueña de su propio destino.

¡Quiera Dios que así sea!

enigma

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