Monday, May 7, 2012

Aquella perrita y los niños...

Desde la escuela primaria se nos enseña a querer a los animales, a alimentarlos, darles abrigo, protección.

Y quien tiene un animal doméstico, sabe que es uno más en la familia. Sea perro, gato, o caballo, o de pronto un pájaro (aunque no me gustan los pájaros enajulados).

Especialmente
los perritos desarrollan una relación muy directa con los humanos, a tal punto que muchas veces se ha escuchado la frase: "le falta hablar", pero con sus gestos, con su mirada, con el movimiento de su cola, el perro se hace entender sobradamente. A su manera, dialoga.

¿Y quién que ha estado enfermo y en cama, no sabe de la fidelidad de un perrito o perrita, que se ha quedado sin beber o sin comer hasta por días, alli, junto a su dueño o dueña, hasta que éste se mejoró?.

Recuerdo un perrito que tuve en mi niñez. Cuando mi abuelo materno falleció, pasó días acurrucado debajo de una silla que el abuelo usaba siempre para sentarse.

Así de fieles, así de solidarios son.

Y siempre rec
ordaré una anécdota vivida cuando tenia unos 19 años.

En la cuadra había un grupo de niños que jugaba en la vereda. Niños que andaban siempre juntos, muy unidos entre sí, y un buen día apareció una perrita, chica de tamaño, y muy linda de cara. Uno la miraba y se daba cuenta enseguida que era una fémina.

Era realmente linda. Muchas veces la tuve en mis manos, acaricándola, mientras me sentaba en el escalón de la puerta de entrada de mi casa.

Y la perrita era la natural acompañante de los niños. Donde ellos estaban, allí estaba ella. Y si aparecía otro perro, aún perros de gran porte, ella con unos ladridos los enfrentaba y hacía que se fueran.

Nosotros en casa la alimentábamos todos los días, mi madre se encargaba de eso. También otros vecinos le daban alimentos. Supongo tendría de noche algún rinconcito donde dormir. Pero de día, ella era la compañera de los niños.

Una mañana, tocan timbre en casa, cuando abro la puerta, me encuentro con todo el grupo de niños, como en delegación. Todos con unos rostros tristes, algunos hasta llorando. Les pregunté qué les pasaba, y me dijeron que la perrita había muerto, que la había atropellado un auto.

Me dolió en el corazón saber la noticia, entonces me dijeron: te venimos a pedir que nos ayudes a enterrarla.

En la esquina de casa, --una zona donde se estaban construyendo viviendas aún-- había un terreno baldío. Fuimos hasta ahí, cavé un pozo suficientemente hondo, y allí le dimos sepultura.

Luego tapamos su cuerpito, y sobre el lugar, los niños quisieron que se pusiera una cruz. Improvisé una cruz con unas ramas de un árbol, y por días, alli estuvo intocable el lugar.

Ver los rostros de aquellos niños, acongojados, rodeando el lugar donde ahora descansaba su amiguita de todas las horas, fue realmente un cuadro emotivo. Señoras del barrio, madres y padres de los niños, se arrimaron también a acompañarlos.

Aquella perrita, en muy poco tiempo, se había ganado el corazón de la cuadra!

Si hay amor en nuestro corazón, los animalitos lo despiertan, y ellos suelen devolverlo a raudales.

Es cierto que a veces, algún animal es demasiado nervioso, o tiene reacciones inadecuadas, --una vez me arañó con ganas un gato al que estaba acariciando y que ronroneaba... Desde entonces no quiero saber de tener un gato, aunque a veces me encuentro con alguno, y buscan caricias.

Uno nunca sabe...porque si, es cierto, no hay que olvidar nunca que, animales son animales. En general, un animal doméstico no ataca. Además, hay que educarles, hay que domesticarles, hay que enseñarles a relacionarse. ¡Y aprenden!, especialmente los perros, a los cuales personalmente, prefiero.



enigma

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