"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mi, aunque esté muerto, vivirá" Emmanuel (Jesús)
Hoy se cumple exactamente un año de la partida hacia la Eternidad de Alicia Trillo Alvariza, mi esposa por 39 años.
Pero también, la semana que culminamos con la Resurrección, que es afirmación de la Vida Eterna, por sobre esta efímera existencia tridimensional.
Y nos la toca vivir entendiendo el propósito divino para cada uno de nosotros, amando al Ser en Sí, comunicándonos a través de la oración, y amando a nuestro prójimo, a nuestros congéneres humanos, tanto como nos amamos a nosotros mismos.
La fórmula es simple. Llevarla a cabo es lo dificil, ¡pero vale la pena!
Vale la pena preocuparnos por los pobres, los desvalidos, los enfermos, los perseguidos, los discriminados. Vale la pena sentir como nuestros los dolores y las alegrías ajenas.
Vale la pena sentir....vale la pena amar. Porque sólo amando, amando intensamente, estamos compartiendo la esencia misma de la divinidad.
Fué en abril de 2010, mes aciago en mi vida personal, el mes más crítico en el quebranto de salud de Alicia, que luchab a con un cáncer tremendamente agresivo.
Su rostro pálido, macilento, sus ojos ojerosos, su delgadez acentuada, su linfodema del brazo y mano derecha, y las dosis de calmantes fuertisimos para mantenerle sin sufrir, más el diario cambio de vendas alrededor de su torso, conformaban la cotidianidad.
Una voz otrora potente que se fue perdiendo para quedar casi en un susurro. La dificultad para tragar…todo componía un cuadro terminal que le llevó 4 veces al hospital en mes y algo, y finalmente a un hospicio, para sus últimos cuatro dias, de los cuales el último día y medio pasó inconsciente.
Allí estaba, la mujer bella, inteligente, genuina maestra, de las mejores, vocacional al cien por ciento. Directora de escuelas, que supo llevar al éxito, --con tacto y decisión-- la tarea docente total de esos institutos.
Allí estaba la madre dedicada que me dio un gran hijo, por el cual estoy muy orgulloso.
Allí estaba el ama de casa atenta a las necesidades del hogar, excelente cocinera, escrupulosa administradora de las finanzas, magnífica cuidadora de su querido jardin y sus plantas.
Allí estaba la fiel seguidora de mis pasos, de Uruguay a Argentina, retorno a Uruguay, y de alli a Estados Unidos.
Ella, única en muchos aspectos. Una mujer de temple, que encaró su grave enfermedad con un ánimo positivo que yo casi no podia entender.
Creo que sin ese ánimo, se hubiese ido mucho antes.
Pero ella no se apabulló, no se deprimió cuando supo lo que tenía.
Ella decidió con la mejor de las voluntades, dar la pelea. Y la dio maravillosamente.
Nunca le vi llorar o lamentar lo que le ocurría.
Trabajó todo el tiempo que pudo hacerlo, desde septiembre de 2007 a fines de 2009.
Aún con su enfermedad a cuestas y los tratamientos de quimioterapia y radioterapia, tenía ánimo para cocinar, para recibir invitados, para llevarles a pasear, para sacar fotos.
Después, cuando su movilidad fue afectada, la internet y especialmente el correo electrónico eran su distracción. Allí le escribían familiares y sus amigas.
Y ella, usando la mano izquierda, enviaba pequeños mensajes, pero no dejaba de agradecer y responder.
Aún ensayó su mano izquierda para escribir con un lápiz o un boligrafo.
Solamente muy al final, cuando ya le era dificil moverse, desplazarse, cuando tuvo edema en ambos pulmones y le tuvieron que hacer por tres veces neumocentesis, fue cuando un día llegó a decirme, como reflexionando: “estoy bien mal”.
Alicia fue un ejemplo extraordinario de entereza, de lucha contra la enfermedad, de ganas de vivir. A mi me produjo un tremendo impacto esa su forma de encarar su situación personal.
De ella yo aprendí muchas cosas, y creo que su mejor lección, fue una lección de lucha por la vida, y de reafirmación de la vida, que quedará imperecedera en mi recuerdo.
Entre tanto, Alicia sigue viva en la cotidianidad.
A lo largo de los años, en cada cumpleaños mío, y luego en Navidad, yo recibía regalos de Alicia. Mayormente fueron ropa, pero hubo tres regalos que fueron muy importantes.
El primero, una cámara reflex Pentax, que puedo usar con teleobjetivo, y si bien no es digital, es un estupendo instrumento, que espero volver a usar. Con él he tomado fotos de otra manera imposibles. Alicia me la regaló reconociendo mi gusto por la fotografía.
El segundo, una caja de herramientas, algo realmente de gran utilidad, que sigue prestándome sus servicios.
Y por último, un GPS, porque Alicia era consciente de que yo --a diferencia de ella-- no tenia sentido de orientación geográfica, y me era muy facil perderme.
Esta madrugada, llevé a un amigo a su casa. Me dio instrucciones de cómo regresar, las iba cumpliendo cuando de pronto unos automóviles me impidieron tomar la senda que me correspondía, la ruta se bifurcaba y terminé saliendo en otro lado.
¿qué hacer entonces?
Pero en previsión de que eso me pudiera suceder, llevé conmigo el GPS, lo activé, y 20 minutos después estaba en casa....Sentí que Alicia estaba presente, que en aquel instrumento ella estaba conmigo, y se lo agradecí.
Al filnalizar esta recordación especial realizada a lo largo de este mes, y hasta el día de hoy, quiero una vez más agradecer a los familiares y a los amigos que siguieron de cerca la situación de Alicia, que se comunicaban con ella por internet y por teléfono.
A quienes hicieron oraciones por ella. Sin ese apoyo espiritual y esa fuerza positiva, su lucha contra la enfermedad hubiese sido mucho peor.
A quienes vinieron a visitarla, y a quienes la acompañaron en el hospicio en sus últimos momentos.
A quienes la visitaron el mismo día en que horas después expiraba.
Nunca será suficiente para decirles a todas y todos, desde lo más profundo de mi corazón, un gigantesco ¡¡Gracias!!
enigma
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