Recientemente me referí al país en el que nací y viví varias décadas hasta que emigré.
E hice apreciaciones muy fuertes, tal vez demasiado tajantes, sobre una realidad que indudablemente afecta a ese país, desde la raíz. Una realidad en cuanto a pérdida de moral, de valores, de sentido de autoridad, de responsabilidad, etc.
Una especie de anarquía enquistada en el poder, donde la criminalidad campea, la policía está deliberadamente debilitada, y a mi modo de ver, la justicia está muy descaecida.
Pero en medio de todo eso, hay una buena parte del pueblo que lo sufre, que lo soporta, que lo sobrelleva con hidalguía, y que en el fondo de su corazón añora tiempos mejores, y quiere de verdad un cambio. Pero un cambio en serio, para mejor.
El uruguayo, amigos, es un ser esencialmente sencillo, campechano.
No es engreído, no es enfatuado, no cree que su país es el mejor del mundo o poco menos.
Es solidario, fraterno, fácilmente traba conversación, y en el andar de la vida, uno puede hacerse de muchas amistades, pero verdaderas amistades. Lo que aquí en Estados Unidos es casi un imposible.
Y el amigo o amiga uruguaya, no fallan. Están ahí en las buenas y en las malas, están para la diversión, como para las horas difíciles de una enfermedad o el luto.
Ser invitado con un mate, a comer un asado, a una rueda de truco, o a un partido improvisado de fútbol, son muchas de las cosas que te pueden pasar si vas a Uruguay.
En verano, la playa, es una obligación ineludible.
En invierno –no demasiado frío pero sí ventoso—la reunión familiar con una buena estufa, el cine, el teatro, una exposición,o una charla amable en rueda de café, son cosas lindas de vivir.
Y claro, en conversaciones es casi imposible que no se hable de política y de fútbol.
En la ciudad capital, todo prácticamente está a mano, un buen sistema de transporte público facilita las conexiones, desplazamientos y encuentros, no teniendo que depender de un automóvil.
Múltiples y muy buenos servicios de autobuses unen la capital con el interior del país.
Un nuevo aeropuerto internacional, hecho a la medida del país, brinda excelente servicio a los viajeros en cuanto a su infraestructura. Disculpen si el sindicato de los operadores de torre retrasa vuelos en reclamos salariales, etc. Esos son los inconvenientes que muestran al turista, la cara no agradable del país que no sabe ubicarse ante el mundo, que se mira demasiado el ombligo, y vive de enfrenamientos intestinos, pero nunca se pregunta: ¿qué imagen estamos brindando al turista y al mundo?, ¿qué van a pensar de nosotros?
Valdría la pena que los uruguayos responsables de todos los servicios del país, desde jerarcas al más humilde de los empleados, se lo plantearan.
Muchas veces me preguntan: ¿y en Estados Unidos se habla de Uruguay, salen noticias del Uruguay?
Es un país tan pequeño, que no tiene un significado geopolítico como para gravitar internacionalmente. Pero…de tanto en tanto, aparece alguna noticia. Especialmente si hay una crisis política o algo así.
Por otra parte, hay aún una cantidad de uruguayos ocupando importantes cargos internacionales, y eso se debe a la educación de alto nivel y a la cultura que el país supo sostener por generaciones. Y esa es la relevancia que el país tiene a ese nivel.
Si se mira a la escasa población del Uruguay, sorprende ver cuánto talento anda desparramado por el mundo, en Ginebra, en Nueva York, en Washington D.C., como profesionales actuando en diversos organismos de alcance mundial.
Y no hablemos del fútbol, porque en el último mundial Uruguay dio un campanazo de gloria, y basta revisar los planteles de los cuadros europeos para verificar cuántos deportistas uruguayos los integran, y cuántos de ellos son goleadores.
Pero en la natural curiosidad del uruguayo por saber si afuera conocen al país y qué piensan del mismo, pocos son, si acaso algunos, quienes se plantean: ¿cómo nos ven en el extranjero, qué imagen proyectamos?
El uruguayo es noble, y está hecho de buena madera –en general-- pero tiene que tomar más las riendas de su destino y ajustar las cosas en su casa, para que luzca hermosa y ordenada, para quienes la miran desde afuera, pero se sientan interesados o impulsados a conocerla desde dentro.
Siempre se ha dicho, y lo repito aquí con orgullo, que lo mejor que tiene Uruguay es su gente.
Aprovechen quienes no conocen, para ver que realmente es así.
El uruguayo es amigo de hacer “gauchadas”. Lo insólito, lo inesperado, la forma de zanjar una dificultad, la forma de acceder más rápido a un resultado sobre algo, son cosas en las que el uruguayo se especializa. A eso le llamamos “gauchada” (en referencia a la actitud amistosa y a la nobleza del habitante del campo, el gaucho, nuestro “cowboy”).
La mano amiga y fraterna, el no sentirte nunca solo, el diálogo fácil y franco con vecinos, con comerciantes de la zona que uno frecuenta, con los mozos del bar, con el encargado de una parrillada, en fin, son múltiples cosas que se viven con naturalidad en Uruguay.
Y también, la buena relación con el dueño del ciber-café que podemos usar durante unas vacaciones.
Aprovecho desde aquí, para enviar mi saludo a Eduardo Bermúdez, de LAN-House, allí en la esquina de la Avda. Garibaldi y Emilio Raña.
enigma
No comments:
Post a Comment