Este 23 de Agosto de 2011, pasa a la historia. Un terremoto con una magnitud de 5,9 en la escala de Richter conmovió no sólo a Virginia, sino a la capital estadounidense, Washington D.C., se sintió en Atlanta, Georgia, en Nueva York, y hasta en Toronto, Canadá.
Faltarían unos 10 minutos para las 2 de la tarde, Hora Estándar del Este, cuando los escritorios de los empleados de oficinas en Washington DC se sacudieron, así como se sacudieron las casas en Virginia, y en lugares cerca del epicentro hubo algunos destrozos, pero, afortunadamente no hubo que lamentar víctimas.
En medio de estas circunstancias por cierto insólitas, --llevo 22 años viviendo en el área y es la primera vez que ocurre-- enseguida se manifestó la solidaridad de personas amigas. Me llegaron mensajes del querido Sur, desde Argentina y desde Uruguay.
Luego comenzaron a llegarme mensajes de otros países.
Son situaciones como esta las que ponen a prueba la auténtica amistad. Quienes me quieren bien se interesaron por saber de mi.
Otras personas, --lamentablemente-- no se molestaron siquiera en saber si estaba vivo, bien, o algo peor me había ocurrido.
Y no puedo creer que un hecho de esta magnitud hubiese pasado desapercibido en ninguna parte del mundo, pues obviamente, que un terremoto sacuda la capital estadounidense, hace titular en cualquier parte del planeta. No tanto por la magnitud del fenómeno telúrico, cuanto por lo desacostumbrado de la ocurrencia del mismo y el lugar afectado.
Sin embargo, hay personas que ejercen como oficio la tarea periodística (!) y por lo visto, ni se dieron por enteradas...
Es como dijo alguien: tus actos hablan más fuerte que tus palabras. La omisión en actuar, lo dice todo.
Desde lo más profundo de mi corazón, agradezco el sentir solidario y los mensajes recibidos. Es en circunstancias como ésta, cuando verdaderamente reconfortan.
Los silencios...prefiero olvidarlos. No merecen siquiera el recuerdo.
enigma
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