Wednesday, June 20, 2012

EL MILAGRO DE LAS LLAVES

Hoy me ocurrió algo insólito, y por ello mismo, extraordinario.

Yo no hesito en titularlo "el milagro de las llaves".

Les cuento brevemente: tenía que hacer un trámite en el centro de Washington D.C., y para ello nada mejor que ir con mi automóvil hasta la estación de Metro West Falls Church, que sirve a mi área, y de allí tomar el tren hasta la estación Ferragut West. El tren pertenece a la línea Naranja, ya que aquí cada línea de subterráneo se distingue por un color.

Descendi en esa estación, hice el trámite para el cual había viajado, regresé a la estación con el fin de tomar un tren que me regresara a Virginia, a la estación West Falls Church, donde me aguardaba mi auto en un garaje.

Como debí esperar 9 minutos a que llegara el tren en Ferragut West, me senté en la estación a esperarlo. Conmigo llevaba el llavero de la foto, donde está la llave electrónica y la mecánica del auto, y la llave de mi casa.

Suelo colocar las llaves en mis bolsillos de tal manera que la parte electrónica queda colgando hacia afuera, y las llaves propiamente dichas, dentro del bolsillo.

Al llegar el tren, me levanté del asiento, y emprendí mi viaje.

Menuda sería mi sorpresa cuando al aprestar a bajarme noto que me faltan las llaves. Revisé mi asiento en el tren, por si se me hubiesen caído allí, pero no había nada, y concluí que las tendría que haber perdido en la estación donde inicié el viaje, o sea en Ferragut West.

La situación que se me planteaba era harto complicada. No tenía llave para sacar de la estación mi auto e ir a mi casa. Pero inclusive una vez llegado, --si acaso teóricamente podía pedir auxilio para abrir el auto-- tampoco tenia llave para entrar a mi casa, y aún peor, había dejado mi Blackberry en la guantera del auto.

Razoné que la culpa de todo ello era mía. Porque de haber llevado conmigo una pequeña cartera que a veces llevo, las llaves y el Blackberry hubiesen estado allí seguros y conmigo todo el tiempo.

Al no hacerlo, no quise que el BlackBerry o las llaves pudiesen desmagnetizar las tarjetas que me sirven para entrar y salir de las estaciones del Metro, por lo cual puse las llaves en el bolsillo donde llevaba la billetera, pero no las introduje del todo para que no hicieran bulto y me molestaran al caminar.

Así las cosas, y --algo que a mi mismo me asombró-- no perdí la calma. Me dirigí al manager de la estación de West Falls Church donde había llegado, y le expliqué la situación. Éste inmediatamente llamó por teléfono a la estación donde había extraviado las llaves, y de ahí le informaron que las llaves estaban en la estación Pentagon.

Luego de unas cinco llamadas consiguió comunicarse con Pentagon donde le confirmaron que ahí había unas llaves, aclaró conmigo de qué tipo y cuántas eran y confirmando que de ellas se trataba, fui hasta la estación Pentagon, combinando dos trenes, el de la línea Naranja y el Azul, y finalmente --¡increíblemente!-- me hice de las llaves.

Feliz por lo ocurrido, feliz por la honestidad de la persona que las encontró y que las entregó, feliz por la acción eficaz de los empleados del Metro, feliz porque podía recoger mi auto y regresar a mi casa, dí gracias a Dios con todo mi corazón.

Y me dije --como me he dicho tantas veces-- "la mano del Señor" estuvo sobre mi.

Esas llaves podrían haberse extraviado por completo, caídas en el piso de la estación podrían haber sido pateadas, barridas, cualquier cosa podría haberles ocurrido.

Pero las cosas se dieron en forma concatenada, perfecta, como coordinada, de tal manera que pude tener conmigo tan valiosos adminículos.

Para mi, eso es un milagro.

Lo comparto con alegría con ustedes.



enigma

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