Monday, June 18, 2012

Sociabilidad

Bien sabemos que el ser humano es gregario, que no puede vivir en soledad, en aislamiento. Que estos dos últimos factores, deshumanizan.

De ahí la necesidad de contacto, de comunicación, de diálogo.

En mi situación de soledad –luego del fallecimiento de mi esposa hace ya más de dos años— se hace más imperioso que nunca poder tener oportunidades de platicar sobre temas variados y diversos con otros congéneres.

En mi barrio, durante la semana ello es bastante difícil, pues la mayoría de quienes lo habitan va a trabajar, y cuando regresan a sus casas, les espera la cena, luego una sobremesa o algo de TV y a dormir, pues al día siguiente hay que trabajar.

Aquí, sea invierno o verano, la gente se acuesta temprano. Sobre las 10 de la noche, el silencio en el barrio es casi sepulcral. Hay gente que tiene por costumbre dejar luces encendidas en sus casas toda la noche. Francamente no sé por qué lo hacen.

Pero la inmensa mayoría de las casas lucen a oscuras.

Claro que aquí la actividad al otro día comienza temprano. Hay personas que salen con sus vehículos a las 5 y 30 de la madrugada, para ir a trabajar. A mí me tocó hacerlo por un tiempo, y sé por tanto lo qué es eso.

Pero el grueso de la gente se levanta aproximadamente a las 7 de la mañana, pues entra a trabajar a las 9 y les espera un viaje por autopista hasta Washington que puede llevarles media hora o más, si las condiciones son normales. Y si utilizan el subterráneo, y se dirigen a una estación cercana más el vieje en el metro, tienen que calcular unos 45 minutos a una hora para llegar a destino.

Los fines de semana, el único lugar de encuentro comunitario es la piscina al aire libre, o los playgrounds donde hay juegos para niños, lugar preferido por las jóvenes mamás.

Con motivo del Día del Padre, la comisión directiva de los co-propietarios, a la que pertenezco, organizó una barbacoa. De comer gratuitamente había hamburguesas, hot-dogs, con su acompañamiento de mostaza, kétchup, cebollas, tomates, lechuga, y el plato se podía acompañar con papas chips, o tortillas con salsa.

Había botellitas de agua –que casi se agotaron—refrescos variados y cerveza (que casi quedó intacta).

La gente –en número aproximado a las 80 personas—disfrutó de una tarde apacible con una temperatura de unos 25 grados y cierta brisa. Los que llegaban venían con algo dulce como postre, tal cual se había pedido.

Fueron tres horas, de 3 a 6 de la tarde que transcurrieron en un clima familiar –porque había muchos niños que de paso disfrutaban de la piscina—donde todo funcionó a la perfección. Todos quienes participamos disfrutamos de cordialidad, espíritu servicial, y de buen vecino.

Y si una particularidad tiene Estados Unidos, especialmente en el área de Washington –por lo cual el Norte del Estado de Virginia está comprendido en esa área—es ser una zona muy cosmopolita.

Ayer dialogué con un par de señoras de Dinamarca, un joven de Alemania, una chica de las Filipinas, una señora anciana de Corea, una madre de Serbia, un señor de España, y una familia del Perú, más los integrantes de la directiva y otras personas, todos nacidos en Estados Unidos.

Realmente fue una ocasión para que muchos me conocieran y yo conociera a otros tantos.

¡Me hacía falta una zambullida de relacionamiento social! Regresé a casa muy feliz de las horas pasadas con esas personas.

Ahora sé que he hecho alguna amistad más. Ahora sé que caminando por el barrio más de una persona me va a saludar porque me va a reconocer como su vecino.

En resumen, una experiencia gratificante.

enigma

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