Friday, June 22, 2012

SINCERIDAD ANTE TODO

La sinceridad es uno de los valores esenciales del ser humano.

Cuando se pierde, se pierde la confianza, y esto deteriora las relaciones interpersonales al punto de ponerles fin.

La sinceridad es una exigencia propia que cada quien tiene que plantearse.

Es fácil deslizarse por la mentira. Pero como siempre he dicho: "la mentira tiene patas cortas", no puede andar por mucho tiempo, la verdad salta a la luz y rompe con los esquemas ficticios, con las máscaras, con los ocultamientos.

Ser sincero/a tiene su costo. ¡vaya si lo sabré en carne propia!. A veces puede costar el empleo, otras, una relación sentimental, otras, la pérdida de alguien considerado amigo/a.

Pero hay algo que es más fuerte que uno, cuando se es bien, cuando se tienen valores que han ido formando nuestra personalidad desde la misma niñez. Así como no puedo cometer un acto criminal, tampoco puedo mentir.

¿He mentido alguna vez en mi vida? Sí, más de una vez. ¿Por qué?, por razones humanitarias, en un caso. Y porque me dio vergüenza confesar que yo había escrito ciertas cosas. Aunque en esta circunstancia culminé admitiendo que había sido yo el autor, y finalmente dije la verdad, y estuve en paz con mi conciencia.

Fuera de ello, quienes me conocen y me conocen bien, saben que no miento. Y eso me ha acarreado más de un problema. Pero la cuestión no es estar bien con otros, sino primero que nada, estar bien con el Ser en Si, y conmigo mismo.

Siendo así, me siento con la autoridad para exigir de otras personas, que digan la verdad, que no mientan. Que no prometan ni juren lo que es mentira, o lo que saben que nunca van a cumplir. ¡Es tan desagradable constatar una mentira tras otra, una palabra empeñada que no se cumple, tras otra! Cuánto más daría por una verdad dura, aunque duela, pero verdad al fin.

A veces hay personas que no quieren escuchar la verdad o prefieren que se les mienta.

Tal vez ustedes han oído como yo, de personas que prefieren que el médico no les diga realmente cuál es su diagnóstico, para no conocer la realidad de su enfermedad. O que --lo cual es aún peor-- eligen no ir al médico, para no saber qué es lo que realmente les tiene enfermos.

Está la mentira piadosa. La mentira para no crear en alguien un dolor innecesario. A esa confieso he apelado yo en otras ocasiones. Porque no hay que hacer sufrir a alguien diciendo una verdad que no va a tener otra consecuencia que ese sufrimiento.

Pero en este caso, en realidad no se trata de tejer una mentira, sino más bien, de no proporcionar una información actualizada. Nada más que de eso.

Por lo demás, soy un amante de la verdad, transparente, clara, diáfana. Porque es lo que vale.
Y no le temo a la verdad que me digan, ni temo decir la verdad ante quien sea.

Considero que diciendo la verdad, dignifico a quien me escucha o lee.

Por supuesto que también sé ser prudente, y callar cuando debo. Porque no es necesario que todo se revele, o todo salga a luz. Hay verdades que uno lleva a la tumba, nunca compartidas.

También eso es un valor: la discreción.

¿He fallado en ser discreto? Si, en una circunstancia (una sola en mi vida) he fallado. ¿por qué?, por entusiasmo, por sentir alegría, por estar feliz, con una felicidad desbordante.

Más de una persona --entre gente que me ha conocido por años--- me ha dicho: "aunque no lo digas con palabras, tus ojos hablan por ti." Y debo admitir que es cierto. No puedo ocultar mis sentimientos, ya sean de tristeza o felicidad.

Esto me trae a mi mente una canción del gran artista mexicano Vicente Fernández que en una parte de su letra dice: "yo te pido me perdones, si emocionado el silencio rompo".

Pero es cierto, hay circunstancias en que corresponde guardar un silencio absoluto, a pesar de las fuertes emociones.

Si errar es humano, pues he errado en eso, pero he aprendido mi lección. ¡Nunca más!, como nunca lo fue antes.

Claro, es más facil guardar absoluto secreto --y así lo he hecho-- sobre cuestiones que no implican para nada sentimientos, sino simplemente un sentido del deber. Cuando las emociones entran a tallar, es cuando mantener los labios apretados a veces se torna dificil. Especialmente, si a uno le dicen: "te veo muy contento estos días: ¿qué es lo que te está pasando?". Si uno responde "nada", uno está mintiendo, y la persona que preguntó intuye que esa respuesta no es la verdad. Si uno crea en el momento algo como para explicar la alegría que se tiene....ummmm ¿cuán auténtico puede sonar?. Finalmente uno opta por decir la verdad, no en detalles que a nadie le incumben, pero la verdad esencial: "estoy contento por....".

Pero entonces, se rompe la barrera de la discreción. Y a veces, --aunque no se desee, aunque lo que menos se quiera es eso-- trae consecuencias que jamás se pensaron y que a la postre, no resultan positivas. Como digo, he aprendido la lección.

Pueden estar seguras con absoluta certeza todas las personas que se relacionan conmigo, que siempre voy a decir la verdad, pero también, que sabré guardar con total discreción, lo que tiene que ser un secreto. Porque no tengo derecho a perturbar la vida de terceros.

Y como la cuestion no es simplemente hablar o decir, sino hacer u obrar en consecuencia, aquí me he sincerado totalmente con ustedes.

Como se dice en inglés, "not only talk the talk but walk the walk".

Por eso, siento paz en mi corazón.



enigma

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