La FELICIDAD
a veces se exterioriza y otras veces no.
No se
decreta por un Día Internacional, como lo fue hace poco.
Porque quien
está de duelo, o quien está enfermo, posiblemente no sienta felicidad en su
particular situación.
Pero hay una
felicidad no ruidosa, que no necesita de sonrisas ni carcajadas. La felicidad
de ser honrado y digno, la felicidad de ser honesto y sincero. La felicidad de
no tener deudas. La felicidad de contar con amigos y con la familia.
Esas
felicidades silenciosas pero reales, hacen a la felicidad total.
Hay
ciertamente países, entornos, ambientes que propenden en más o en menos a la
felicidad de la gente.
Cuando el
relacionamiento es osco, si no violento, cuando parece haber un resentimiento
permanente en una sociedad cuyos signos de calamidad pueden resultar evidentes,
cuando para muchos todo lo que se quiere y gusta parece derrumbarse, es difícil
sentirse feliz por eso. No satisface para nada.
O cuando lo
que se derrumba, lo que va mal, lo que no es como uno lo soñó es el hogar, o
las relaciones sentimentales, también se carecen de elementos sustanciales y
objetivos para ser feliz.
Hace unos
días, veía la foto de una persona en una red social, y debajo de su foto un
título: “Feliz”. Me quedé mirando la
foto, y me dije: ¡ojalá sea cierto, ojalá lo sea realmente! En el rostro no
había una sonrisa de dicha, sino una expresión agradable pero austera.
Luego me
hacía otras preguntas: ¿será realmente feliz en todo, o lo será en parte?,
¿habrá logrado la armonía propia y con su entorno para sentirse así, o se
esfuerza por ser feliz en medio de un ámbito que no le es del todo propicio
cuanto desearía que lo fuese?
Uno por esa
vía puede seguir conjeturando ad infinitum.
Sólo la
persona que escribió bajo su foto, “Feliz”, puede responderse a esas preguntas.
Pero la
proclamación de ser feliz es importante sin duda. Habla de que ha logrado un
sentimiento de seguridad propia, de estabilidad emocional, de confianza de sí
misma y de los que le rodean.
Quiero
pensar que sea así. Imagino.
Como sea,
aunque la felicidad total sea una meta inalcanzable, porque hay muchas personas
que se esfuerzn por arruinarla, sin embargo, si tenemos esa felicidad personal,
auténtica y silenciosa a la que me refiero más arriba, ya es bastante.
Mi sincero
deseo es que esa felicidad les acompañe a cada uno de ustedes.
Y algo más:
en dar felicidad a otros, encontramos nuestra propia y mayor felicidad.
Hay personas
a las que parece les cuesta entender esto.
Tenemos que
ser dadores de felicidad, porque ello se refleja y acrecienta en nosotros
mismos.
Voy a un
ejemplo de una situación que todos hemos vivido: le hacemos un regalo a un niño
o a una niña, y vemos su alegría, su sonrisa, el abrazo y el beso que nos da en
agradecimiento. ¿Acaso en ese momento no sentimos una felicidad inmensa?
Pues bien,
esa misma felicidad --de la mejor manera
que hallemos— debemos proporcionárnosla y compartirla entre nosotros adultos.
Porque nos hace bien a todos.
La felicidad es parte muy importante de la salud.
enigma
Textos protegidos por derechos de autor
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