Estamos ciertamente
en la era cibernética por excelencia.
La comunicación fluye
alrededor del planeta con la velocidad de un rayo.
Alguien twitea algo
especial, o porque es alguien muy conocido, y de pronto el Tweet se vuelve
“viral”, o sea se contagia a nivel de miles en cuestión de minutos.
En Facebook, la
comunicación es diferente, más personalizada, además, permite comentar lo que
otros dicen, y entablar así diálogos que todos pueden ver.
A ello se agregan los
mensajes personalizados que sólo leen aquellos a quienes se los enviamos.
Por otro lado pululan
los servicios de formación de parejas por Internet. Desde el ya famoso
e-harmony hasta Christian Mingle, pasando por Match.com, OkCupid, y un largo etcétera.
Para utilizar algunos de estos servicios, hay que pagar. Otros son gratuitos, todos básicamente ofrecen los mismo: la posibilidad de
que mediante el filtro de una mayor afinidad encontremos a nuestra media
naranja.
Pero…esos servicios
tienen inconvenientes obvios. Las fotos de las personas pueden no ser actuales.
Lo que la persona dice de sí misma siempre ha de ser muy bueno, pero puede
estar muy lejos de la realidad.
Además, hay una
frialdad imposible de vencer, en una relación que resulta muy artificial.
Diferente es cuando
comenzamos un vínculo mediante correo electrónico, el cual podemos completar
con grabaciones de sonido, fotos, chats, y que puede tener el ritmo, la
frecuencia e intensidad que le queramos dar, según las circunstancias.
Ahí sí nos podemos
conocer mucho mejor.
Pero, una relación no
puede mantenerse teniendo como base fundamental un vinculo por Internet. Hay que encontrarse. Hay que tener la
impronta personal de quien nos atrae, de quien queremos conocer.
Encontrarse,
abrazarse, mirarse a los ojos, decirse en silencio lo mucho que anida en el
corazón, en un intercambio maravilloso de sentimientos, es algo esencial.
Y para eso la
relación tiene que tener justamente ese elemento indispensable del contacto
personal, caminar tomados de la mano, abrazarse, besarse, sentir crecientemente
una pertenencia mutua que se busca, quiere y necesita.
En eso consiste un
verdadero encuentro de dos seres. Y cuando eso ocurre, puede que sea como el
estallar de fuegos artificiales, iluminando un cielo interior de anhelos,
esperanzas, y proyectos, pero sobre todo, ese momento tan especial vivido
juntos.
Esa misma relación
personal, requiere permanencia, continuidad, constancia, a veces hasta
significará algún sacrificio, pero vale la pena si el amor ha surgido.
Todo puede estar a
nuestro servicio para mantener un contacto a distancia con alguien. Pero la
distancia es justamente el principal factor que hay que vencer, superar,
anular.
Y para eso, hay que
estar dispuesto a mantener una relación estable, constante, con toda la fuerza
y voluntad de hacerla realidad, porque nos hace felices.
Por eso, en
definitiva, nada sustituye a la relación personal, al encuentro.
Y el gran peligro, es
que si por causas de fuerza mayor, la misma no puede sostenerse, al final la
relación se va agotando y se termina.
Así que amigas,
amigos, si creen haber encontrado a ese ser especial y distinto, para el cual
ustedes están dispuestos a sacrificar algo importante, tal vez tengan hasta que
mudarse del lugar donde habitan.
Pero no pierdan a
quien les tiene en su corazón, y ustedes a esa persona.
La dicha y felicidad
que merecen ambos, no pueden ser hipotecadas.
Nada, absolutamente nada, sustituye a la relación personal. Ésta es la clave del éxito, es lo que asegura la continuidad de la relación, y la que la nutre de sentido.
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