Es como quien está en una celda incomunicado. No tiene radio ni televisión, menos un teléfono celular, y tampoco siquiera una laptop ni un papel y un lapiz. El camino hacia la locura, la enajenación, la pérdida de sí mismo, es la más nítida opción. No en vano muchos en semejante situación extrema, terminan suicidándose.
La vida, la vida bien entendida y bien vivida, demanda comunicación, porque la comunicación es el elemento básico de nuestra culturización, es el vehiculo por el cual socializamos, ya que somos gregarios.
Cortar la comunicación es pues un acto de agresión, y de esto no tengo duda alguna.
Hace pocos días, intentando reflotar una amistad injustamente interrumpida, me dirigí a quienes fueron y he seguido sintiendo como mis amigos. Distanciados que estaban les escribí con la claridad y los sentimientos que forman parte de mi ser.
A vuelta de correo, y por primera vez luego de casi cinco años, se dignaron responderme, y entonces muy orondamente me dijeron que habían sido amigos de mi difunta esposa y que a partir de su deceso, no tenían interés en ser amigos míos.
En esa respuesta no he podido encontrar una mayor expresión de cinismo e hipocresía. Porque una de dos: no fueron amigos míos nunca, y todo cuanto me dijeron, y sus abrazos, y expresiones de afecto, y largas charlas, y reiterados mails, todo fue una fantochada, una serie de situaciones vividas por "diplomacia" o ahora asumen una actitud absolutamente despegada de todo lo anterior, como si todo lo dicho y vivido no fuese nada o no sirviera de base para nada, y se presentan como quienes no tienen interés en mi amistad.
¿Será que se considerarán tan importantes o autosuficientes que pensarán que nada les puedo aportar a sus vidas?, ¿que mi ser mismo no vale nada?.
Francamente esta circunstancia me deja absorto, totalmente boquiabierto, sin poder comprender semejante retorcida naturaleza humana.
Lo único que siento tengo el derecho de exigir de cualquier persona es responsabilidad y coherencia. Y este es un ejemplo claro de "amigos por conveniencia", o "por coincidencia", pero nada más.
¡De semejantes "amigos" me libre el Ser en Sí!
Saben bien ustedes mis amables lectores, cuánto valoro y aprecio la amistad. Y si algo pienso de la misma es que es honesta, leal, sincera. Que los amigos se quieren de veras, se extrañan, se comunican, cuando pueden sienten la felicidad enorme de encontrarse si están geográficamente lejos, si hace tiempo que no se ven. En fin. Creo que no estoy planteando nada fuera de lo que se da natural y normalmente entre amigos.
Por supuesto que no se puede obligar a nadie a ser amigo o amiga, pero cuando la amistad surge espontáneamente, y va echando raíces, y se va afianzando con el correr de los años, y uno la considera sólida y robusta, no puede haber motivo que la destruya, a menos que uno hubiese fallado en toda la línea en responder como amigo en algún aspecto.
Yo sé que no he fallado un ápice en nada.
Y si a una persona amiga no le gusta algo que he dicho o he hecho, conmigo sabe que puede hablar claro, y me lo puede indicar, y vamos a dialogar a ver si nos entendemos. Siempre estoy abierto a reconocer un error, una equivocación, porque valoro por sobre todo la amistad. Siempre dispuesto a pedir perdón si es del caso hacerlo. Siempre a enmendar un camino. Pero la amistad bien lo vale.
El silencio, la incomunicación, y --casi llegaría a decir-- el desprecio de estas dos personas, siginfican una lección para mi.
La lección triste, muy triste, desgarrante si se quiere, de no ser tan confiado con quienes se declaran de pronto amigos y se comportan como si lo fueren. Tal vez tengo que hacer algo que pocas veces he hecho, y menos deliberadamente: ponerles a prueba. Ver qué están dispuestos a hacer en beneficio mío, para mi bien. Si lo hacen, es señal que verdaderamente me aman y respetan, consideran, me quieren bien, y son amigos. Si en cambio hacen oídos sordos, dejan pasar el tiempo, y no hacen nada, entonces la respuesta en los hechos es que de la categoría exquisita y excepcional de amigos, deben pasar simplemente a la de conocidos.
Y si me pregunta alguien por alguno de esos conocidos, sabré decir de ellos lo que corresponda.
Porque la vida es como un boomerang, lo que va viene. Se recoge lo que se siembra, y ellos recogerán lo que han sembrado. Sin duda alguna.
Y que conste, el silencio me resulta insoportable, un castigo. Y la incomunicación no tiene cabida en mi forma de ser.
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