No se trata de que
uno no tenga suficiente educación o cultura, o conocimiento de las reglas
elementales del trato correcto, de cortesía, y normas de conducta social.
Pero las relaciones
entre los seres humanos van mucho más allá de eso, y exigen de cada uno de
nosotros mucho más que esas cosas básicas y elementales.
Es necesario entender
a la otra persona. No verle, ni juzgarle, ni considerarle de acuerdo a lo que
somos cada uno de nosotros, sino a lo que es esa persona única, y determinada.
No sólo tienen que
entrar en consideración las diferencias en edad, sino también el ámbito en que
la persona nació y creció, la cultura a la cual pertenece y está inserta, etc.
La escala de valores,
la apreciación de las cosas de la vida pueden ser muy diferentes a las
nuestras, y es natural nuestra tendencia a que lo nuestro es lo mejor o lo
correcto, y lo otro no. Pero la realidad nos muestra que nos equivocamos y
mucho si pensamos y sentimos así.
La realidad nos dice
que es nuestra obligación tener en cuenta toda una pléyade de factores
diferentes que son parte integral de la otra persona, para comprender que –más
allá de que usemos un mismo idioma, o un
idioma con el cual podamos comunicarnos, como el inglés, por ejemplo— las idiosincrasias
son totalmente diferentes.
Sólo una vez que
hayamos internalizado esto, estaremos realmente en condiciones de un diálogo y
una empatía que hará que avancemos y profundicemos en nuestra relación humana,
para enriquecerla cada día, para elevarla al grado de la amistad, o aún más.
Y el factor tiempo,
hace lo suyo.
Por cierto también
que no hay cosa más grata y que nos dé una sensación de mayor compensación, que
cuando llegamos a ese grado de entendimiento de la otra persona.
Cuando de alguna
manera podemos penetrar en su mente y en su corazón, y descubrir cómo funciona.
Y les anticipo que
eso puede llevar tiempo, inclusive años, no se sorprendan.
Pero vale la pena
intentarlo, y vale la pena la relación establecida, y que ésta no se rompa.
Cuidemos con
dedicación y esmero cada una de nuestras relaciones humanas, valoremos y
apreciemos que otros/as quieran ser nuestros amigos/as, quieran relacionarse
con nosotros, y llegado el caso, sean capaces de abrirnos puertas, de ayudarnos,
de ponernos en contacto con personas influyentes, etc.
Todo eso es parte de
la vida cotidiana también. Y puede ocurrir y surgir en cualquier momento.
Estemos alertas siempre.
Entre tanto,
cultivemos las buenas relaciones, las amistades. Seamos leales a ellas, no les
fallemos, y recogeremos el fruto de nuestros desvelos.
Una de las claves que
nos puede ayudar mucho en este sentido, es darnos cuenta de los valores que
tiene la otra persona, decírselos, hacerle ver que nos damos cuenta de todo
ello, y que para nosotros eso importa y mucho.
A veces cuesta poco
hacer felices a otros. En otras ocasiones significa sacrificio personal y el
darnos a un grado máximo, pero una cosa es cierta: esa felicidad se nos vuelve
acrecentada a nosotros mismos.
Ahora, tengamos bien
en claro que esta es una inter-relación humana, por tanto mutua y recíproca. Es
la otra persona la que también tiene que hacer todo el esfuerzo por entendernos
en nuestra peripecia humana única. En nuestra cultura, en nuestro ambiente. En
nuestros gustos, valores y formas de pensar.
Es la otra persona
quien también tiene que hacer lo suyo por lograr la empatía con nosotros, y
quien deberá también cultivar la buena relación, implicando a veces también dar
de sí y sacrificarse, para que uno se sienta pleno y feliz.
O sea, lo que es
válido para una parte, es válido para la otra. Lo que cabe esperar y hay que
procurar entender en alguien, ese alguien tiene igualmente que procurar
entender en nosotros.
Lo que se logra al
final es armonía, paz y felicidad.
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