Saturday, March 14, 2015

PERSONAS Y SITUACIONES PROVIDENCIALES



Amigas y amigos: sé que puede parecer una cuestión de fe, y en mi caso lo es. Porque al referirme a lo providencial, me refiero a la llamada “divina providencia”, a aquellas cosas que “nos caen del cielo” por así decir, esto es, las cosas que jamás imaginamos nos iban a acontecer, las cosas que no planificamos, las cosas totalmente imprevistas, pero que se integran de golpe a nuestra existencia, y son una bendición.

Así me ocurrió cuando estando trabajando en una emisora radial en mi país natal, me entero por una grabación dejada por una colega, que la Voz de América hacía un llamado para cubrir cuatro vacantes de IRBs, o sea de Locutores Internacionales de Radio. 

Si la colega o hubiese dejado esa grabación, y yo no la hubiera escuchado, no me habría presentado a dar el examen que gané y gracias a lo cual terminé trabajando en Estados Unidos.

Ya en este país, tenía que instalarme en mi primer apartamento. Mi familia llegaría meses después. Alquilé lo que pude apenas llegado, un “efficiency”  como se les llama aquí, o sea una unidad habitación compuesta de una gran sala, un vestidor, un baño y una cocina. No hay dormitorio. 
 
Entonces quien era sub-jefe de la sección donde me tocó trabajar, la misma persona que había ido a Montevideo a verificar parte de nuestro examen y a tener una conversación personal con cada candidato, me prestó primero un camastro tipo campamento, y una lámpara para tener donde dormir. Me acomodé en el vestidor del apartamento, esperando pusieran unas cortinas en un gran ventanal, para tener discreción.

Finalmente instalaron las cortinas, y entonces pensé en comprar un sofá para tres personas que a su vez se convertía en cama. Algo evidentemente hice mal, porque si bien ordené que me lo trajeran, quienes lo hicieron deberían haberlo llevado a mi apartamento y dejado donde yo les indicara. Pero ocurrió que me lo dejaron en el foyer de entrada del edificio pues llegaron a una hora en que yo estaba trabajando.

Ese sofá cama –que tenía toda una armazón de hierro—era tan pesado, que solo yo no hubiese podido moverlo a un ascensor y luego sacarlo del mismo.
Lo comenté con este sub-jefe, y –siendo que su esposa embarazada estaba por dar a luz en cualquier momento—se vino conmigo hasta el edificio, y hasta el día de hoy le envidio la fuerza que tuvo (un hombre de mayor estatura que la mía) y entre ambos pudimos mover ese mastodonte de mueble y entrarlo a mi apartamento. Un acto como ese, es absolutamente inolvidable, permanece imperecederamente.

Este hombre con el tiempo fue mi jefe, y devenimos en grandes amigos. Él es de origen argentino aunque descendiente de galeses que en su tiempo poblaron la Patagonia. Y él y yo éramos los únicos que tomábamos mate en la VOA. Así que cuando a él le hacía falta yerba me venía a pedir y cuando a mi me hacía falta, le pedía a él. 

Esta hermosa amistad se ha continuado al día de hoy. Y aunque nos separan kilómetros del distancia del Estado que él habita, y del mío, la internet, facebook, y el teléfono, nos mantienen conectados. Y realmente tenerle de amigo, es un privilegio.

Una vez en Miami, dejé extraviada mi billetera con dinero y documentos en un taxi.  Del hotel llamaron a una central, y al rato el taximetrista volvió al hotel y me hizo entrega de mi extravío. Al parecer nadie había subido hasta ese momento a su vehículo y cuando tuvo el llamado general advirtiendo de lo que yo había extraviado, él si fijó en su coche, lo vio y lo vino a devolver. 

Doy un poco marcha atrás en la historia. Viviendo aún en Montevideo, Uruguay, durante 1979, el trabajo que tenía no me pagaba un sueldo adecuado ya que hacían formar como parte del mismo la vivienda que me daban. Mi esposa, siendo directora de escuela primaria de mañana, de tarde iba a trabajar como maestra en un colegio privado para tener un ingreso extra en el hogar. Aún así, el dinero apenas si nos daba justo, y comprar un CD, un libro o ir a un cine, era un “lujo” que no nos podíamos dar. Yo rogaba porque eso de alguna manera cambiara. Y en la Semana Santa de 1980, me llama un gran amigo, que de Jefe de Prensa de una muy buena emisora radial montevideana, pasó a ser director de otra radio. 

Me llamó y me hizo la propuesta de un programa que hasta el día de hoy me enorgullezco en haberlo hecho realidad cada noche de lunes a viernes durante dos horas. Fue una experiencia extraordinaria en comunicación humana. Y fue una bendición, porque el sueldo que la radio me pagaba realmente cubría nuestras necesidades, podíamos darnos los gustos que nos merecíamos, y mi esposa pudo volver a su actividad principal sin tener que sacrificar más horas de trabajo.

Sería tedioso de mi parte relatar a ustedes muchas otras situaciones y referencias a personas que en su momento –muchas de ellas desconocidas—de golpe pasaron a formar parte de mi existencia, pero cuya presencia, comunicación y acción, han sido verdaderamente providenciales. 

Algo no buscado, no planificado, no imaginado siquiera, y que de golpe se hace realidad. 

Para todas esas personas que de una manera u otra han intervenido benéficamente en mi vida, guardo no sólo un hermoso recuerdo, sino una gratitud que es eterna. Verdaderamente les agradezco efusivamente con todo mi corazón, lo que fueron capaces de hacer por mí, y conmigo. 

Estas personas, que han llegado a ser amigos y amigas de esos que se quieren bien y que se extrañan, las considero un verdadero lujo en mi vida. Y doy inmensas gracias por ellas, y pido al Ser en Sí que les bendiga ricamente, pues se lo merecen.

¿Les han ocurrido a ustedes acontecimientos así?  

¡Lo providencial es también parte de nuestra existencia!. 


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