La última palabra en algunos casos, como la de un padre en la familia, dirime un pleito o una situación, y en el acierto o en el error, no se discute, porque está en juego una cuestión de respeto y autoridad.
Pero, en las relaciones humanas comunes y normales con cualquier persona que no tenga o no sea autoridad, nadie tiene la última palabra, y quererla tener no da más razón a quien así elija su actitud.
Alguien dijo: "si no te gustas lo que recibes, presta atención a lo que emites".
Sabia advertencia, cuando a veces no se quiere reconocer lo expresado, se niega rampantemente lo que se ha escrito, o situaciones semejantes.
Como siempre sostengo, el valor de la palabra es muy importante, y una vez emitida, siempre tiene sus consecuencias.
En: “Coaching: Querer tener la razón a toda costa, ¿vale la pena?, Francisco el Vie escribió el 12 de Noviembre de 2009 :
"El lenguaje es muy poderoso. Con las palabras usted puede llevar a otra persona desde la felicidad extrema hasta la más profunda de las desesperaciones."
Por eso, cada vez que se habla, y especialmente si se escribe, hay que cuidar muy bien lo qué se dice y cómo se dice.
Hay personas que pretenden tener razón a toda costa, aunque no la tengan, aunque estén intrínsecamente llenas de contradicciones ellas mismas, de incoherencias esenciales, de falta de continuidad de un pensamiento lógico, firme, convincente.
Y es entonces cuando --como buscando reafirmar sus posturas-- procuran tener siempre la última palabra, aunque ya nadie la escuche o la lea.
Como si eso les diera más razón, o simplemente, razón.
Fue Federico Nietzche quien dijo una frase que en lo personal me gusta mucho, y la he hecho mía muchas veces en la práctica: "Dí tu verdad y rómpete". O sea, dí lo que tienes que decir, y desaparece, basta, es suficiente. Dicha la verdad, no hay más nada que agregar.
En lo personal, aunque puedo ser un buen polemista, no me gusta polemizar. Soy respetuoso de la opinión ajena aunque discrepe totalmente con ella. Pero no me gusta polemizar. Prefiero decir mi verdad y nada más.
Sí me gusta el intercambio de ideas, pero eso es otra cosa. Esa es una actividad creativa, positiva, que se desarrolla con mutuo respeto, y que se nutre de los variados aportes en torno a un tema.
La polémica, por el contrario, las más de las veces me resulta anodina, inconducente.
Yo entonces, digo lo mío y ahí la termino. Si alguien la quiere seguir por su cuenta, allá esa persona.
Pero emitir la última palabra, no significa que quien lo hace tenga la razón. Y finalmente, me parece una actitud un tanto pueril. Una actitud que revela inseguridad propia, flaqueza.
La última palabra, no asegura que sea la mejor. Más bien parece la manifestación de un capricho, una búsqueda de autocompensación personal en algo sobre lo cual la persona sabe que no tiene razón.
enigma