Sus padres le llamaron Elena María Antonia Pizzi Tolve, pero para todos siempre fue Elenita.
Tal vez por lo pequeña, por lo locuaz, por lo activa y dinámica.
Ella es mi madre, mi querida viejita, que este 8 de Julio acaba de cumplir su nonagésimo octavo año de vida.
¡Cómo no recordar sus desvelos para con quienes somos sus hijos!
La túnica bien planchada y almidonada para ir a la escuela. Vigilar que hiciéramos todos los deberes.
Alimentarnos, mimarnos, y --como que le gustaba cocinar-- deleitarnos con un plato de ravioles caseros como nunca más los comí en mi vida. Con el budín inglés también casero, en las tradicionales fiestas, y durante todo el año, bizcochitos, rosquitas, tortas, que ella hacía en casa, y las llevaba a una panadería para cocinarlas en el horno a leña, porque quedaban mucho mejor.
Recuerdo cuando el hijo del propietario de la panadería, le pedía comer de los bizcochitos que ella hacía.
Fue ama de casa en todo el sentido de la palabra, cuidando una economía limitada, y desde casa, hizo trabajos de costura y otros, para tener algún dinero extra con que solventar los gastos de la familia. Se hizo cargo de sus padres, cuando fueron ancianos, y cuidó con dedicación sólo como una gran hija puede hacerlo, a su madre, cuando se enfermó y falleció de cáncer. Ahi fue cuando aprendió a dar inyecciones.
Siempre dispuesta a ayudar a otros, siempre solidaria, vivió dedicada a mi padre. Ese era su universo. Cuando mi padre falleció, la soledad le fue dificil, y comenzaron a aparecer algunos problemas propios de la edad, por lo que fue aconsejable que no estuviera sola, y finalmente halló en el Hogar de Ancianos del Círculo Católico de Uruguay, en Colón, su residencia.
Cuidada por nurses y vigilada por médicos, adecuadamente medicada, va llevando su existencia sin grandes altibajos. No tiene problemas físicos serios, de ningún tipo. Llega a los 98 años lúcida, capaz de sostener una conversación por horas sin ningún problema. Pregunta por cada quien de la familia, por su nombre, y siempre quiere saber cómo estamos.
Y nunca se olvida de agradecer que la llamemos por teléfono o la visitemos.
Disfrutó los partidos de Uruguay en el último mundial de fútbol, y ahí está. Me hace acordar a la frase publicitaria de un famoso whisky: "¡...y sigue tan campante!"
Con 98 ya cumplidos, ¡que sigas hasta pasar los 100, querida madre! si Dios así lo quiere.
Y un gigantesco GRACIAS!!! por la vida que nos diste, y porque nos enseñaste a vivir.
enigma
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