Pensamientos, sentimientos, reflexiones con sinceridad y profundidad, compartidas abiertamente.
Prosa, poesía (a veces) y música selecta, para un encuentro diferente entre quienes quieren participar de mi blog.
Esto es lo que yo puedo decirle a una amiga, o amigo.
Estar ahí, siempre...y especialmente cuando uno más les necesita.
Así se es realmente una persona amiga.
Después del amor, la amistad es la relacion humana más rica y estupenda que pueda existir.
Me siento más que halagado por tener tantos amigos y amigas esparcidos por este planeta.
Una gran amiga, una estupenda persona, me ha venido a acompañar desde Diciembre y todo Enero, para hacer más llevadero el invierno aquí en el Norte.Y al parecer, lo logró, porque fue del punto de vista meteorológico, el invierno más benigno que pueda haber tenido.
Pero rescato lo esencial, estar dispuesta dejar el verano del Sur por acompañarme. Eso, no tiene precio.
Procuro ser igualmente servicial, atento, y estar de alguna manera presente donde se me necesita. Una palabra de aliento, el análisis de una situación, el ayudar con una opinión, el dar respaldo efectivo, todo eso tampoco tiene precio, pero tiene un común denominador, y se llama: amistad.
Los amigos estamos para comunicarnos, vernos, entendernos, divertirnos, consolarnos, perdonarnos, alentarnos, sostenernos, ayudarnos. Así se construye la amistad.
Si alguien falla en alguno de estos rubros, es que todavía tiene que aprender a darse, a llenar el valor total que implica la amistad.
Hay ciertamente cosas que atentan contra la amistad: el egoísmo, la mentira, el rencor, la dureza de corazón, la imposibilidad de comprender, de tener compasión, etc.
Cuando se han superado todos esos extremos, a amistad fluye como caudaloso e imparable río.
Uno puede cambiar de país, insertarse en una nueva cultura, funcionar dentro de ella como un engranaje más, adaptarse, asumirla como propia, pero jamás puede desprenderse de aquello que constituye la esencia de la propia personalidad, lo que se forjó desde la tierna infancia hasta --en mi caso-- los 49 años.
Nací en Montevideo, Uruguay. Me considero hombre del Río de la Plata, ese que une a mi país con la hermana Argentina. Porque así son también nuestras familias. Es en Buenos Aires donde vivían tías de mi padre y un primo hermano suyo. Es allí donde habita mi hermano y su extensa familia. Allí es donde echó raíces la familia fundada por un hermano de mi madre. Mi difunta esposa, era Argentina, y hasta mi hijo nació en Buenos Aires, mientras yo cursaba estudios de post-grado. Y entre las cosas que uno tiene arraigadas, en mi está la magia de Carlos Gardel. No soy amante de la música típica, aunque admiro la inspiración de Enrique Santos Discépolo, la música de Gerardo Matos Rodríguez, y los grandes intérpretes como Anibal Troilo (Pichuco), y Astor Piazzolla. Amo el candombe, expresión autóctona uruguaya, así como me gusta tomar mate a diario. Pero si tuviera que buscar la quintaesencia del ser rioplatense, creo que nadie la representaría mejor que Carlos Gardel. Cuando yo tenia 5 años, y suficiente memoria para recordarlo, en mi casa se escuchaba mucho por la radio a Gardel. Luego ya más crecido, iba al cine a ver sus películas, junto al inolvidable Tito Lusiardo. Cuando iba a la peluquería, allí sólo había una música: Gardel. La música de Gardel tenía el sello de su personalidad. Era linda, agradable, casi adivinable, pegadiza, de hermosas tonadas. Y Alfredo Le Pera, dramaturgo, periodista, les ponía letras sentidas, letras con corazón. De ese formidable "ensemble" surgieron los mejores y eternos motivos ante los cuales a mi, personamente, me invade siempre, una inevitable inmensa emoción. Confieso que no puedo escuchar mucho a Gardel, porque me hace llorar. Una vez le oí decir en Radio Carve al periodista, narrador y humorista compatriota Arthur García Núñez, más conocido por su seudónimo Wimpi, que "Gardel cantaba con una lágrima en su garganta". Nunca encontré mejor definicion. Tal vez por eso, su hermosa voz sonaba tan especial.
Recuerdo que a poco de estar en Estados Unidos, un colega peruano se puso a escuchar una cinta con grabaciones de Gardel. Y allí surgió su inconfundible voz cantando el tango "Volver". Tuve que irle a pedir que detuviera la música, porque le dije, con mis ojos enrojecidos: "¡me estás matando!". Era demasiada la nostalgia de la patria lejana, como para quedar impasible ante aquella voz que era un eco de mi vida misma.
Tiempo después, descubrimos con asombro, que Gardel había cantado unas estrofas de un tango, ¡en inglés!. El tango se titula "Cheating Muchachita" ("Muchachita tramposa"), y lo pasamos al aire un 24 de Junio, al recordar una vez más su fallecimiento.
En Medellín, Colombia, vi la placa que recuerda el accidente en que perdiera la vida. Y desde las montañas, pude observar cómo la densa niebla invade el aeropuerto de esa ciudad, hasta que andando el día, la niebla se levanta, y la terminal aérea puede funcionar normalmente. Así también pude comprender el accidente que terminó con la vida del "zorzal criollo".
En la memoria resuena su voz y tantas interpretaciones únicas, como nadie las ha podido cantar después. Desde "Amores de Estudiantes", "La cumparsita", "Por una cabeza", "Volver", "Melodía de Arrabal" o "Cuesta Abajo". Pero hay una, que cuanto más tiempo ha transcurrido, más ha sobresalido en su repertorio. Tal vez, porque es un himno al amor. Esa que han cantado en forma tan variada Plácido Domingo, Jorge Negrete, y Luis Miguel, pero nadie, nadie, como él, Carlos Gardel: "El Día que me Quieras".
Hay veces que las palabras están demás. O --como he dicho otras veces-- se quedan cortas, porque no llegan ni pueden interpretar y transmitir exactamente lo que se siente.
Y lo que siento es una inmensa alegría. No ruidosa, no escandalosa, silenciosa, pero dulce y profunda. Alegría porque el Ser en Sí ha respondido a mis oraciones.
Porque veo cosas funcionando y encaminándose en un buen sendero.
Porque he tenido un día pródigo de actividades, y todas ellas las pude cumplir.
Porque he tenido la fuerza, el vigor, el tesón, y la decisión de llevar adelante iniciativas que me han producido dicha.
Así las cosas, hoy cuanto me rodea me parece armonioso, una especie de poema hecho realidad, un plácido y bello remanso en el cual descansar el alma.
Sí, ha sido una jornada muy provechosa, en muchos sentidos. Estoy realmente feliz de que haya sido así, y aún más, me atrevo a pensar que es la antesala de cosas mejores aún por venir.
Como suele ocurrir, se dan coincidencias con personas, situaciones, muy distantes algunas en lo geográfico, pero que de alguna manera tienen que ver con uno, aunque no nos hayamos conocido nunca antes.
Acá hubo nevada esta mañana, y desde anoche se acumularon unos 5 centímetros de nieve. Mi primera sorpresa, el anticipo de que estaba ante un día diferente, fue que cuando me disponía a limpiar la entrada de mi casa y mi vereda, constaté que alguien ya lo había hecho por mi.
Algo muy propio del vivir en Estados Unidos de América. Procuraré saber quién fue para agradecerle, si es que doy con la persona. Pero ¡qué sorpresa más grata!
Es maravilloso que pasen cosas así. Preparan el ánimo de uno para lo positivo, y así se fueron sucediendo cosas hermosas durante la jornada: llamadas telefónicas, contactos por correo electrónico, etc. En resumen: ¡un gran día!. Anhelo se repita, pero aún mejor, espero conocer a diversos niveles las consecuencias de lo hecho este día, porque es como un motor que se recarga automáticamente para los días por venir.
"Porque dando, se recibe...perdonando, se es perdonado", así dice parte de la hermosa oración de San Francisco de Asís.
Cuando pienso en todos los dones de que dispongo naturalmente: vida, salud, energía, ideas, razonamiento, sentimientos, amor, cariño, amistad, entusiasmo, fuerza, ánimo, anhelos y sueños, verdaderamente es inmenso lo que debo agradecer.
Gratitud a mis padres que me educaron, a mis maestros y profesores que me dieron conocimiento, a mi familia que me ha dado y sigue dando amor, apoyo, y a mis amistades lejanas y cercanas, que me brindan su afecto sincero, su lealtad, y su respaldo.
Entonces, me vuelvo hacia mi familia y mis amigos/as, también dispuesto a dar amor, cariño, sostén, apoyo, ayuda, afecto sincero, lealtad y respaldo. ¿qué menos puedo hacer?
Siempre se recibe más de lo que se da. Pero es maravilloso poder dar, es una alegría tremenda poderlo hacer.
Primero que nada, dándonos a nosotros mismos, en servicio, en ayuda, en estar ahí donde se nos necesita, hombro con hombro. En dar aliento, ánimo, en ofrecer consuelo y comprensión, compañía. En hacer más llevadera una situación dificil y más alegre una situación dichosa.
A veces lo material no es sino un símbolo de lo espiritual. Lo material (un regalo por ejemplo) dice de nuestro sentir, expresa nuestro cariño.
Y cuando se da, y se da de corazón, no compromete a nadie, no obliga en nada a nadie. Al contrario, se da de gracia, --no de lo que nos sobra, sino de aquello que es parte de lo que necesitamos-- pero se da con gusto y satisfacción, sin esperar nada a cambio. Así entiendo yo que se debe dar siempre.
Porque no hay cosa más bella, que hacer felices a otras personas. Especialmente cuando nada piden ni nada esperan. Y hallo que hay tanta o más felicidad en dar que en recibir.
Las redes sociales (Twitter, Facebook y otras) se han hecho para comunicarse, para encontrarse, para restablecer vínculos, para respetarse y entenderse.
Es hermoso leer el fruto de la inspiración de algunas personas que usan esas redes. Es agradable saber de sus vidas a través de fotos familiares, con amistades, o en sus actividades, tales como vacaciones, viajes, etc.
Es fecundo ver la selección de buenas frases de gente famosa o no, que son lecciones de vida condensadas, compartidas en esas redes.
Y es estimulante cuando uno encuentra a amistades o gente conocida con la que hace décadas que ha perdido contacto, personas con las que uno compartió tareas o estudios, etc. Y eso les ocurre a muchos, retornando recuerdos gratos, anécdotas y tantas otras cosas.
Hay quienes comparten curiosidades, blogs, o sus temas favoritos, cine, música, aeronáutica, el espacio, libros, y mucho más.
Pero lamentablemente, se constata también que hay personas que malogran todo lo de bueno que tienen esas redes sociales, insultando, poniendo en la picota pública, denostando a terceros.No saben razonar, no saben aceptar ideas distintas, y arremeten con furia, en lugar de hacerlo con el uso de la mente y el respeto.
Hace pocos días, y por dos veces, un profesor argentino y amigo personal, tuvo que advertirle a un individuo, que de seguir profiriendo insultos le iba a tener que dejar fuera de un grupo que integra. Es muy triste llegar a situaciones así.
Ya sea que se discuta de política, deportes, ovnis, religión, fenómenos paranormales, o cualquier otro tema, se puede discrepar, pero con altura. Se puede discutir con sólidos argumentos, pero nunca bajando al ataque personal.
Hoy lo acabo de ver con un amigo mexicano al que quisieron vapulear. Un colega periodista que también resultó insultado gratuitamente, por una persona fanática de su posición personal. No es justo.
Creo que tenemos que hacer todos el esfuerzo de acceder a niveles más altos en nuestras relaciones interpersonales, en las redes sociales, y mucho más, en los vínculos de amistad y en el cara a cara.
Porque hay una maravillosa belleza en un diálogo realizado en buenos términos, donde se trasunta comprensión, empatía, y esa cosa intangible pero feliz de una compenetracion con situaciones y temas determinados, donde las personas pueden sentirse mutuamente acompañadas y respaldadas.
¡Qué hermosura cuando sacamos a relucir lo mejor de nuestro corazón, lo mejor de lo humano que tenemos!
Esto es lo que debemos procurar siempre. Y si estamos mal de ánimo por algo, mejor no escribamos, no nos comuniquemos, hagamos un saludable silencio, hasta que el mal momento se nos pase.
Pero propongámosnos acceder y mantenernos en niveles más altos de comunicación. ¡Los merecemos todos!.
Soy por naturaleza perfeccionista y detallista. Me molestan los errores, las indecisiones, las torpezas.
Me molestan las cosas fuera de lugar, el desorden, me desagrada la bohemia.
No tolero la irresponsabilidad, el negar lo que se dijo o vivió a pretexto de que --como el pasado pesa demasiado-- es mejor hacer de cuenta que nunca existió.
Menos soporto la mentira consuetudinaria, el desprecio, el desdén, o el olvido.
Y si así soy, siento y pienso, es porque me considero responsable, serio, honesto. Sé que he cometido errores --y no sería de extrañarse que los siguiera cometiendo-- pero no los mismos.
De los que he sido consciente, me he arrepentido y por ellos he pedido perdón. Pero ¡qué paciencia casi inagotable tengo que tener para soportar el agravio gratuito, y sobre todo, que no se reconozcan por otros, sus propios errores!
Las cosas que yo puedo considerar como virtudes de mi parte, pueden ser vistas como exigencias exageradas, o conceptos erróneos, o falta de un sentido más apropiado del vivir.
Sinceramente no creo que sea así, aunque reconozco que a veces puedo resultar demasiado exigente.
Sin embargo, tengo un corazón tierno. En mi ser hay cariño para compartir, comprensión, tolerancia y paciencia. Esta última, la más dificil de alcanzar, para mi. Pero la pongo en práctica porque tengo que comprender algo básico: no somos ideales.
Ninguno de nosotros es perfecto, y todos tenemos cosas que de pronto a otros no les gustan. Y muchas veces porque nos quieren bien o por respeto, nunca nos las dicen, pero las soportan.
De modo que tomar consciencia de que no somos ideales, es bueno para entender también a la otra persona, para aceptarle de mejor forma. Y para esperar que en el diálogo, en la comunicación, y en el contacto personal, haya un cambio, en la otra persona y en uno mismo. Lo que yo llamaría: adaptación.
Después de todo, no hay mayor compensación que el entendimiento. No hay mayor paz que la de entenderse, aceptarse, y en cualquier caso, jamás romper una relación, o enojarse. Un mal momento lo tenemos todos, pero pasó, y ya no ha de repetirse. Ni siquiera ha de recordarse.
Al menos eso es lo que cabe esperar de personas inteligentes y razonables. De personas de bien. Cuando no hay malicia. Cuando se busca la armonía.
Felices los que pueden asimilar todo esto, y hacerlo suyo.
Amigas, amigos: primero que nada mi agradecimiento a la creciente cantidad de lectores en México y Colombia, Argentina y Uruguay. A todas y todos mi profundo reconocimiento; de corazón.Síganlo haciendo, recomienden a sus amistades y conocidos este blog, y envíenme sus comentarios a los artículos que publico.
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Pienso que la vida es un valor absoluto y total. Toda vida humana importa y cuenta.
Por eso no puedo pasar por alto las 280 vidas --entre pasajeros y tripulantes-- perdidas en tan sólo tres graves accidentes aéreos ocurridos en 2014.
Hasta el día de hoy, no hay ni rastros de la misteriosa desaparición del Vuelo 370 de Malaysian Airlines --un Boeing 777-- con 227 pasajeros abordo y 12 tripulantes, que desapareció del radar sobre el Golfo de Tailandia.
El 24 de Julio se produjo otro grave accidente del cual --al menos en Estados Unidos-- no se comentó nada, lo que me resulta por demás curioso. Se trató del vuelo 5017 de Air Algérie --un McDonnel Douglas MD-83-- que desapareció del radar aproximadamente 50 minutos después de despegar, muriendo los 112 pasajeros y 6 tripulantes.
Y el año se completó con el accidente ocurrido el 28 de Diciembre, cuando el vuelo 8501 de Indonesia AirAsia, un Airbus A-320 se precipitó al mar, muriendo los 155 pasajeros y 7 tripulantes.
Alguien me reprochó alguna vez que yo tenía un sentido trágico de la vida, porque cada vez que emprendía un vuelo tenía a bien despedirme por si acaso algo indeseado ocurriera. Simplemente considero que soy realista.
Hoy por hoy, todos los que viajamos en avión estamos desamparados. Nuestra situación es la más semejante a la de personas secuestradas. Estamos a merced total de terceros desconocidos, y de lo que pueda ocurrir, y nada podemos prácticamente hacer por nosotros mismos.
He ido a las páginas web en búsqueda de los derechos de los pasajeros aéreos, pero todo se limita a problemas de demoras, al estar un avión horas en pista con los pasajeros abordo, al exceso de ventas de pasajes para un mismo vuelo, a la pérdida de equipaje y su compensación.
Cuestiones meramente administrativas.
Pero los verdaderos derechos de los pasajeros no están contemplados en absoluto, y es absurdo que eso se mantenga así y no cambie.
Los pasajeros tenemos derecho a saber 1) en qué modelo de avión volamos y de qué año es. 2) un detalle pormenorizado del mantenimiento aconsejado por la compañía fabricante, y cómo el mismo se ha cumplido o no en la máquina que nos va a transportar. 3) cuál es el detalle de la carga que lleva el avión; 4) quiénes son el piloto y co-piloto, cuántos años de experiencia tienen como tales y en el trayecto que van a realizar, y cual es su estado físico y mental antes del vuelo a emprender.
Estos puntos son fundamentales para saber cómo está el aparato que nos va a transportar, y qué confianza podemos dispensar a quienes habrán de conducirlo.
Sólo de esta manera, podemos ascender a un avión, no como "secuestrados" sino como personas respetadas en su derecho a conocer en qué condiciones emprenden su viaje, por el cual estamos pagando una considerable suma de dinero, dicho sea de paso.
Costo del pasaje que las compañías aéreas no han bajado, ahora que el combustible está más barato que hace cuatro años. Lo cual sería a su vez, totalmente justo, y debería estar exigido por los gobiernos, o por el organismo regulador internacional.
De modo que planteo estos cuatro puntos como la Declaración de los Derechos de los Pasajeros Aéreos. Pido que se discutan, pero sobre todo, que se comenten, difundan y finalmente se logre su aprobación.
De lo contrario, seguiremos volando y en cada vuelo podremos sentirnos como "ovejas que van al matadero", esperando que ello no ocurra, pero sin seguridad alguna de que se han tomado todos los recaudos para impedir que eso suceda.
Vuelvo al tema del amor, tal vez el tema que más me consume. Tal vez el tema por el cual a veces me cuesta conciliar el sueño. Tal vez el tema por el cual he derramado lágrimas.
Alguien alguna vez, pretendió argumentar que no tenía sentido algo que he dicho muchas veces: que soy un enamorado del amor. Pero no hay argumentación válida contra lo que es mi vivencia personal.
Amo sí, a ese sentimiento superbo y extraordinario que es el que nos tipifica plenamente en tanto que humanos. Lo amo porque es superior, porque es lo mejor que podemos sentir y desarrollar en la vida.
Amo el amor, amo amar, amo estar enamorado. Y cuando no lo estoy, o no puedo estarlo, un vacío inmenso se cierne dentro de mi ser. Es como si me faltase la fuerza vital misma.
Pero no quiero hablar de mi sino del amor, en cuanto a que sin el mismo, no se es nada.
Seguramente nadie definió mejor lo que significa el amor como elemento de distinción y definitorio de quiénes somos, que el Apóstol Pablo. Pero antes de ir a Pablo, quiero aclarar algo más, que me resulta imprescindible: el amor a lo grande, el amor con piedad y compasión, el amor cual Jesús, es un amor que llega a traspasar toda frontera, y a vencer todo odio, rencor, envidia, jactancia, etc. No basta con amar al núcleo familiar y a alguien más por ahí. El amor en toda su dimensión, es amplio, abarcativo, se sale del mero círculo de los más allegados o propios, para llegar a otros cercanos o distantes. Pero se hace real, en una palabra, un gesto, una acción que envíen claramente un mensaje: "te estoy amando". Y no me refiero al amor de pareja solamente, sino a ese amor superior, trascendental, que envuelve a la amistad, y aún a desconocidos si se da la ocasión. El amor de quien socorre a alguien que acaba de sufrir un accidente. El amor que salva a quien estaba a punto de ahogarse. El amor que nos enternece al mirar los ojos de un niño o niña. ¿Nos vamos entendiendo? Entonces, concuerdo con Pablo, y con Pasteur, que sin amor, no somos nada. Escribió Pablo en su primera carta dirigida a los habitantes de Corinto, (Ia. Co.13): "Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviera el don de
profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si
tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor,
nada soy.
3 Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha.
4 El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante;
5 no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido ;
6 no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad;
7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de ser;
Y agrega al final: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor."
Por supuesto que luego de leer esto, muchos/as de ustedes se dirán que vivir esta clase de amor es dificil, y sin embargo, el mismo encierra una enorme sabiduría. Sólo quien se anima a vivirlo así, sabe que funciona, que es útil, que sirve a muchos y a uno mismo, y que triunfa frente al mal.
Que cada quien se examine, y se pregunte: ¿soy capaz de entender esto?, ¿seré capaz de vivirlo, de comenzar a sentirlo y de hacerlo cada día más y más una realidad en mi persona?, ¿seré capaz de aplicarlo y extenderlo a otros?
Les animo a que se atrevan y hagan la experiencia. Les aseguro que no lo van a lamentar.
Y en muchos casos, exige muy poco. Sólo suficiente sensibilidad para comprender al prójimo, y acercarse con un gesto, una palabra, un correo electrónico, un pequeño presente, un algo, que sea portardor del mensaje: "te estoy queriendo, siento amor por ti". ¡suficiente!
Amigas, amigos: un año nuevo, es un lapso, en medio del tiempo de nuestra existencia. Pero nos lleva a reflexionar sobre cómo y cuánto aprovechamos y redimimos ese tiempo.
En qué medida hacemos cada día, que ese tiempo de vida del cual disponemos, valga la pena ser vivido. No pensando meramente en nosotros, sino en nosotros con los otros, insertos en el mundo, en una sociedad, en un país, en una ciudad, en un barrio, en un lugar de estudio o de trabajo, en un lugar de gimnasia o esparcimiento, con la familia, con los amigos/as.
Y llegados a este punto, se me ocurre que el mayor desafío que tenemos es crecer, en nuestro desarrollo de la inteligencia, en nuestro talento, en nuestras cualidades personales, en nuestras vocaciones, gustos, y crecer en amor.
El amor es como la levadura del crecimiento de nuestro ser.
Sin amor no somos nada, pero amando a la familia, a los amigos, al ser que llena nuestro corazón, derramando amor, comprensión, perdón, simpatía, cariño, afecto, compañerismo, comuniacación, con quienes nos rodean cada día, con quienes están cerca y con quienes están lejos, así es como verdaderamente podemos crecer en estatura humana.
Evoquemos a nuestros padres, o a grandes mujeres y hombres de nuestros países, filósofos, escritores, poetas, artistas, científicos, héroes civiles o militares, descubramos por qué y cómo fueron grandes. Y de ahí, extraigamos la esencia, el ADN de la grandeza humana, para integrarlo en la medida de lo posible, a nuestro propio y modesto ADN.
Para de alguna manera, emular, o reflejar en nosotros, algo de la grandeza que descubrimos en ellos y ellas.
Es --si se quiere-- una fórmula para crecer, para ser mejores, para ser valorados por los demás.
Es una forma de podernos sentir auténtica y honradamente satisfechos de nosotros mismos.
¡Hay tanta pequeñez humana en el mundo! Hay tanto raquitismo intelectual y espiritual, ¡que a veces asusta!.
Cuesta comprender cómo personas que se han graduado en universidades, que por tanto están intelectualmente bien equipadas, sin embargo, puedan ser espiritualmente, o mentalmente tan minúsculas, tan enanas, tan paupérrimas.
Larga sería la lista de situaciones que uno conoce por propia experiencia, donde uno queda estupefacto ante la postura de ciertas personas, donde no hay explicación lógica para determinadas actitudes.
Claro que todo eso, visto y considerado, más nos tiene que impulsar a ser mejores, a crecer, a no confundirnos ni hundirnos en ese lodazal de actitudes y vidas equivocadas.
Crecer nos permite respirar libremente, por sobre las aguas de la mediocridad.
Podemos enfrentar las tormentas de la vida, si unimos nuestras manos y nuestros corazones, si somos solidarios, si tenenos compasión.
Sí amigas y amigos. Aprovechemos bien el tiempo. El tiempo de este nuevo año que se ha abierto delante nuestro. ¡Crezcamos!
Lo deseo sinceramente, para cada una y cada uno de ustedes.
Cuando nos encontramos en un lugar cerrado y en un ambiente enrarecido, sentimos la necesidad imperiosa de salir, y de respirar profundo una bocanada de aire fresco.
Algo que nos devuelva el equilibrio que nuestro cuerpo todo nos pide, para luego, proseguir con lo que tengamos que hacer.
Creo que en estos aciagos días, en medio ser conscientes de una amenaza permanente y latente del terrorismo sobre todos los que no tenemos nada que ver con ellos, y de sus horrorosos actos, nos hace falta respirar lo humano.
Respirar profundamente expresiones de amor, poesía, literatura de calidad, música excelsa, ciencia, para rencontrarnos con lo mejor de la humanidad.
Para vibrar una vez más con Mozart, Beethoven, Bach, Händel, Buxtehude, Haydn, Verdi, y también con Kitaro, John Williams, Vangelis, Yanni y Ernesto Cortázar.
Para sentir al unísono con sus corazones, lo que nos han legado Shakespeare, Goethe, Tolstoi, Balzac, Dante Alighieri, y también Octavio Paz, Borges, Sabines y Julio Cortázar.
Nos es necesario llegar y tratar de inteligir las cumbres de Newton, Einstein, Max Planck, von Neumann, Niels Bohr, y también Stephen Hawking, Carl Sagan, Michio Kaku y Massimo Teodorani.
Y luego, abrazar y besar con ganas al ser que más amamos, y mirar los ojos de un niño jugando y sonriendo.
Sí, urgentemente nos hace falta este respirar de humanidad, para recuperar nuestra auténtica dimensión, y el auténtico valor de nuestra individualidad.
Para sentirnos herederos de lo mejor que la humanidad ha dado y sigue dando. Y para hacer --de sernos posible-- nuestro propio aporte.
¡Nada es pequeño cuando se hace de corazón, y cuando nuestra es la mejor intención!.
Es imposible abstraerse en estas horas del tema que está en boca de todos, que conmueve al mundo en general y especialmente a quienes amamos la libertad: París y el terrorismo. La sacudida planetaria emergió como una sola voz de repudio al atentado barbárico a la libertad de expresión, concretado en la muerte de los 12 editores del semanario satírico "Charlie".
"Je suis Charlie" se apoderó de todos, con la consciencia clara de que --más allá de estar o no de acuerdo con lo que el semanario publicaba-- había algo básico: el derecho a hacerlo.
Porque lo que está en juego es la libertad de expresión, uno de los pilares básicos de la democracia, y uno de los derechos humanos fundamentales. Ese que justamente molesta y al que cercenan las dictaduras. La soberbia de los terroristas llega en su fanatismo a considerarse con derecho a segar la vida de quienes piensan diferente, especialmente de quienes son capaces de ridiculizarles, usando nada más que sus mentes y sus lápices o pinceles. No es lejano a muchos esa misma actitud radical.
Hoy leía estupefacto cómo alguien dijo: "En el Uruguay de hoy no se puede amenazar impunemente a las
instituciones ni agraviar a jueces y fiscales diciendo que hacen los
"mandados".
Desbrocemos la frase. ¿Qué se quiere decir con "en el Uruguay de hoy"?, -o sea el Uruguay donde la mitad son frenteamplistas y tienen el gobierno; ¿acaso que en el Uruguay que surgió a la democracia, se podía?
Pero la afirmación peor viene luego: Si alguien discute la actuación de un juez o un fiscal, a quien puede acusar de venal o corrompido, con todo derecho, y al Juez o fiscal le competen aclarar si no lo son, es inadmisible que alguien pretenda que no se puede criticar a cualesquiera de ellos.
En un estado democrático, nadie escapa a la crítica, ni el mismísimo Presidente de la República, y de ahi para abajo. Criticar es una cosa, agraviar es otra. Pero voy más lejos. Hasta el agravio es posible, en libertad. ¡Y vaya que durante la campaña electoral hubo abundante intercambio de agravios!
En cuanto a amenazas, es otro terreno. No corresponde que nadie amenace a nadie. Ni siquiera quien --so pretexto de defender a jueces o fiscales-- establece el rígido criterio de que "esto no se puede", a partir del cual es posible inferir que habría una sanción para quien agraviara.
Pero esta misma persona no puede negar que hay jueces que actúan complacientemente siguiendo no los dictados de la ley y la justicia, sino lo que le place al gobierno por razón de afinidad política. Y si eso es así, y alguien lo denuncia, yo demando el derecho a que se denuncie, sin ningun cercenamiento, con plena libertad, y con las garantías de que nadie lo prohibirá, ni dirá "no se puede". Volviendo a París, el atentado a la libre expresión, fue lo que unió al mundo en su rechazo. Este viernes, hubo otras cuatro víctimas de los terroristas.
Ya no se trató de un atentado a la libertad de expresión, sino de un ataque por odio étnico-religioso. Igualmente repudiable.
A criterio de estos terroristas, toda persona que no confiese su fe en el Islam es un "infiel" y debe ser muerto. Así han matado a centenares de cristianos, destruído templos y decapitado a niños.
Hoy les tocó a judíos que estaban de compras en un mercado kosher.
Aquí no estuvo en juego la libertad de expresión, sino el elemental derecho a la vida; el de todos, el de judíos y el de palestinos, es del caso que lo diga.
En una situación, se atenta contra la libre expresión, algo universal.
En la otra, se muestra el odio étnico-religioso con quienes son diferentes. Esto está más acotado. Y es imposible no referirlo al conficto no resuelto entre judíos y palestinos donde --desde mi punto de vista-- pasa la paz mundial. Yo no comulgo con el criterio de que por un judío muerto, tienen que haber 10 palestinos muertos. Porque la vida humana tiene un valor único. Repudio este vil atentado al "Hyper Casher", y deploro las muertes a manos de los terroristas, extendiendo a las familias de los fallecidos mis condolencias. Pero sostengo que es necesario cimentar la paz. Es necesario lograr la existencia de dos estados independientes, el palestino y el judío, viviendo creativamente lado a lado.
Es necesario detener definitivamente la construcción de viviendas en territorios ocupados, y es más que necesario volver a la mesa de negociaciones pero con honestidad intelectual. Sin hipocresía, sin cinismo, sin imponer condiciones lesivas para ninguna de las partes. Es necesario sanar heridas, y elevar el valor de lo humano al máximo. Es imperioso avanzar en la reconciliación. Seguro estoy que si eso se hace y se logra, estos terroristas no tendrán base ideológica alguna sobre la cual manipular las mentes de gente joven para transformarlos en "una fría y precisa máquina de matar". Y no digo de quién es esta frase repudiable, que definía así al perfecto "revolucionario". ¡vaya mayúscula involución! Ruego excusas por haber tocado temas de manera excepcional, pero no me he podido sustraer a los acontecimientos del momento que tan duro han golpeado mi consciencia. Como escribí en el artículo anterior, el mundo está sumido en una tremenda crisis. Los antivalores se visten de "valores", las conductas psicóticas son socialmente aceptables y oficialmente reconocidas, los fabricantes de armas se restregan felices las manos, y los tontos manipulados se matan y asesinan con ganas. ¡Que dificil y atemorizante es vivir en este planeta actualmente!, ¿y qué legado estamos construyendo para nuestros hijos y nietos? Confieso que muchas veces me siento ajeno al planeta. Anhelo y añoro una realidad diferente. ¿Les pasa a ustedes?
Miro retrospectivamente mi infancia, y me digo que no hubo tiempo más feliz y hermoso que ese.
Despreocupado de todos los aconteceres del mundo, viviendo entre el amor paternal, los juguetes y los amigos coetáneos.
Hasta cierto punto, es un ámbito de ignorancia. Se está lejos y no se participa de lo que ocurre en el planeta.
Cuando uno va creciendo, toma consciencia de dónde está, y --habitando un país pequeño y marginal de los grandes acontecimientos históricos-- se "balconea" (como solemos decir en Uruguay) lo que ocurre en otros lugares.
Pero, las comunicaciones han empequeñecido las distancias, y nos perturban trayéndonos la información al instante de lo que acontece en las antípodas. Y ahí es cuando nos vemos inmersos hoy en un planeta atribulado.
Miseria y pobreza deambulan por sectores de la Tierra. Guerra y destrucción asuelan otros lugares. Corrupción, venalidad y complicidad, sostienen gobiernos.
La criminalidad aumenta exponencialemente así como sus víctimas a diario, y si todo ello fuera poco, como la guinda rematando este desgraciado "postre", un fanatismo religioso está planteando una guerra de ese carácter, operando como guerrilla, como terrorismo en medio de pueblos y ciudades.
Los medios vomitan noticias que muchas veces se parecen a propaganda, o a manipulación. No se puede confiar en todo lo que se ve en la pantalla chica. Abundan los amanuenses, escasean los periodistas.
En medio de todo este panorama, al que se agrega la contaminación del aire, del agua, auditiva y visual, uno se pregunta legítimamente: ¿habrá un lugar donde vivir tranquilo?
Un lugar donde no nos consuma el temor del robo, la rapiña, el asalto o la muerte. Un lugar sin interés para terroristas, ni para políticos. Un lugar para un encuentro auténticamente humano, donde como río caudaloso fluya la amistad, la armonía y el amor. Un lugar donde se nos respete íntegramente por ser humanos. ¿Habrá un lugar así?...
Hay algo que necesita una atención urgentísima, y es el ser humano mismo. Porque la verdadera y auténtica paz, el respeto al prójimo, la relación armoniosa, el vivir con dignidad, comienzan dentro de uno mismo. Pero...si a nivel de población, hay que educar y educar, a nivel individual pienso a esta altura que los expertos en genética, han de tener que descubrir que hay un gen fallido en nosotros los humanos.
Hay un gen maldito, que nos hace ser como no queremos ni debemos ser. Hay un gen que nos hace ser egocéntricos, descontroladamente competitivos, envidiosos, y que anima rencor, odio y las peores pasiones. Hay un gen que nos convierte hasta en asesinos.
Hay urgentemente que detectar ese gen, aislarlo, y saber cómo modificarlo o bien anularlo.
Será quizás la única forma de encontrar verdaderamente un planeta todo, digno de ser habitado. Un lugar tranquilo donde vivir.
Mientras eso no ocurra, seguiremos soportando la ignominia de la imperfección, y el riesgo de que a cada rato, inesperadamente, nos ocurra algo malo, o que nosotros mismos seamos agentes del mal. ¿No les parece?