"Porque dando, se recibe...perdonando, se es perdonado", así dice parte de la hermosa oración de San Francisco de Asís.
Cuando pienso en todos los dones de que dispongo naturalmente: vida, salud, energía, ideas, razonamiento, sentimientos, amor, cariño, amistad, entusiasmo, fuerza, ánimo, anhelos y sueños, verdaderamente es inmenso lo que debo agradecer.
Gratitud a mis padres que me educaron, a mis maestros y profesores que me dieron conocimiento, a mi familia que me ha dado y sigue dando amor, apoyo, y a mis amistades lejanas y cercanas, que me brindan su afecto sincero, su lealtad, y su respaldo.
Entonces, me vuelvo hacia mi familia y mis amigos/as, también dispuesto a dar amor, cariño, sostén, apoyo, ayuda, afecto sincero, lealtad y respaldo. ¿qué menos puedo hacer?
Siempre se recibe más de lo que se da. Pero es maravilloso poder dar, es una alegría tremenda poderlo hacer.
Primero que nada, dándonos a nosotros mismos, en servicio, en ayuda, en estar ahí donde se nos necesita, hombro con hombro. En dar aliento, ánimo, en ofrecer consuelo y comprensión, compañía. En hacer más llevadera una situación dificil y más alegre una situación dichosa.
A veces lo material no es sino un símbolo de lo espiritual. Lo material (un regalo por ejemplo) dice de nuestro sentir, expresa nuestro cariño.
Y cuando se da, y se da de corazón, no compromete a nadie, no obliga en nada a nadie. Al contrario, se da de gracia, --no de lo que nos sobra, sino de aquello que es parte de lo que necesitamos-- pero se da con gusto y satisfacción, sin esperar nada a cambio. Así entiendo yo que se debe dar siempre.
Porque no hay cosa más bella, que hacer felices a otras personas. Especialmente cuando nada piden ni nada esperan.
Y hallo que hay tanta o más felicidad en dar que en recibir.
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