Me molestan las cosas fuera de lugar, el desorden, me desagrada la bohemia.
No tolero la irresponsabilidad, el negar lo que se dijo o vivió a pretexto de que --como el pasado pesa demasiado-- es mejor hacer de cuenta que nunca existió.
Menos soporto la mentira consuetudinaria, el desprecio, el desdén, o el olvido.
Y si así soy, siento y pienso, es porque me considero responsable, serio, honesto. Sé que he cometido errores --y no sería de extrañarse que los siguiera cometiendo-- pero no los mismos.
De los que he sido consciente, me he arrepentido y por ellos he pedido perdón. Pero ¡qué paciencia casi inagotable tengo que tener para soportar el agravio gratuito, y sobre todo, que no se reconozcan por otros, sus propios errores!
Las cosas que yo puedo considerar como virtudes de mi parte, pueden ser vistas como exigencias exageradas, o conceptos erróneos, o falta de un sentido más apropiado del vivir.
Sinceramente no creo que sea así, aunque reconozco que a veces puedo resultar demasiado exigente.
Sin embargo, tengo un corazón tierno. En mi ser hay cariño para compartir, comprensión, tolerancia y paciencia. Esta última, la más dificil de alcanzar, para mi. Pero la pongo en práctica porque tengo que comprender algo básico: no somos ideales.
Ninguno de nosotros es perfecto, y todos tenemos cosas que de pronto a otros no les gustan. Y muchas veces porque nos quieren bien o por respeto, nunca nos las dicen, pero las soportan.
De modo que tomar consciencia de que no somos ideales, es bueno para entender también a la otra persona, para aceptarle de mejor forma. Y para esperar que en el diálogo, en la comunicación, y en el contacto personal, haya un cambio, en la otra persona y en uno mismo. Lo que yo llamaría: adaptación.
Después de todo, no hay mayor compensación que el entendimiento. No hay mayor paz que la de entenderse, aceptarse, y en cualquier caso, jamás romper una relación, o enojarse. Un mal momento lo tenemos todos, pero pasó, y ya no ha de repetirse. Ni siquiera ha de recordarse.
Al menos eso es lo que cabe esperar de personas inteligentes y razonables. De personas de bien. Cuando no hay malicia. Cuando se busca la armonía.
Felices los que pueden asimilar todo esto, y hacerlo suyo.
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