Una me dice que estoy promoviendo el divorcio, porque digo que "el estado civil...no desempeña un papel fundamental".
Otra, se queja de que cometo un error cuando escribo: "El amor siempre es. Nunca desaparece, nunca se deja ni se pierde. El amor nos conecta con la eternidad.
Si alguien dice sentir amor, y luego no sentirlo más, es que nunca verdaderamente amó. Fue una ilusión, un entusiasmo pasajero, o aún peor, una pequeña pasión momentánea."
Voy a aclarar el primer punto.
Digo que el estado civil no desempeña un papel fundamental, porque hay muchas parejas que viven juntas, cual si fuesen un matrimonio, pero nunca se han casado.
Y porque hay amor, ambos lo querrán vivir intensamente. Si no están confundidos, si el sentimiento es genuino, entonces ambos tendrán que platicar y decidir qué van a hacer con sus vidas. Porque cabe pensar que van a querer estar juntos siempre.
En segundo lugar, hay matrimonios de vida atribulada, complicada, infelices. Donde el amor se ha perdido en la pareja. Y uno de los dos o ambos, tiene hambre y sed de amar, y no lo encuentra en su esposo/a. Y de pronto lo encuentra fuera de su matrimonio.
La persona cuyo estado civil está comprometido, tiene una decisión dificil que afrontar. Continuar con su matrimonio, o terminarlo.
La realidad cotidiana nos dice que la institución del matrimonio está profundamente dañada. Que aquello de "hasta que la muerte nos separe" ya no corre. Que hay circunstancias, situaciones, y relaciones que con el tiempo se deterioran. Tal vez porque no se aprovechó adecuadamente el noviazgo para conocerse suficientemente, y decidir si había o no compatibilidad entre los futuros cónyuges.
He escuchado de más de una mujer decir que al casarse con su marido cometió un error. Que ahora se da cuenta, pero que "no hay marcha atrás", especialmente si hay criaturas de por medio.
Yo entiendo el sacrificio por los hijos, pero, me permito
señalar que un hogar fisurado, dañado por dentro, una relación que ya no funciona armónicamente, es algo que los niños perciben, notan, y...¡sufren!. Es mejor liberarse de ataduras que a la postre les marcan a ellos también, que sostener la ficción de un "hogar bien estructurado".
Felicito a aquellas mujeres que han tenido el coraje de vivir con dignidad, y de afrontar un divorcio y criar solas a sus hijos, antes que verse permanentemente sometidas a un marido con quien las cosas ya no funcionan.
Una mujer descubre andado el tiempo que su marido tiene una amante. Otra, que su marido sufre de asperger, por eso está como encerrado en sí mismo, es lacónico en comunicarse, no tiene una pizca de romanticismo y la intimidad está casi perdida. Otra más, que a los 50s su esposo está muy afectado por la andropausia y casi se ha olvidado de que el sexo también existe.
Ante circunstancias como las descritas, el divorcio termina siendo una solución feliz.
Por cierto que es lamentable que haya situaciones así. No estoy haciendo una apología del divorcio. Debería teóricamente, ser el último recurso para solucionar problemas matrimoniales. Antes está el diálogo en la pareja, la búsqueda de ayuda en consejería psicológica para ambos. Hay que extremar primero, las posibilidades de modificar una situación negativa y re-crear la vida matrimonial.
Si la pareja está dispuesta por parte de ambos a hacerlo, y tienen éxito, ¡felicitaciones!.
Pero si no hay diálogo sino discusiones, si no se busca ayuda idónea en consejería, si todo queda como "prendido con alfileres", es un castillo de naipes que cualquier viento puede derribar.
Hay pues que pensar todo muy pero muy bien.
Esa mujer tiene todo el derecho a la felicidad, a sentirse plena y a gozar y disfrutar de un hombre que sea compañero, un interlocutor válido, que esté con ella en las buenas y en las malas, que le respalde económicamente, pero que sea su enamorado, que se dé entero por ella, que la mime, la abrace, le escriba poemas, le sorprenda con regalos, y le haga vivir intensamente su intimidad.
Y esto que digo de la mujer, es igualmente válido para el hombre que se ve agobiado por la falta de cariño, de respeto, de fidelidad o de entendimiento de su mujer. Por la irresponsabilidad o frivolidad de la misma.
Voy al segundo punto de mi artículo anterior, que fue cuestionado, y considero que al abordar lo que antecede aquí en parte ya le he dado respuesta.
Un amor intenso, profundo, auténtico, entre ambos, con plena reciprocidad, con plena felicidad y deleite por parte de ambos, jamás puede terminar, disminuirse, perderse en la nada. Por el contrario, cada día tendrá un motivo más para crecer.
No hay nada más hermoso que ver una pareja adulta verdaderamente enamorada.
Por eso digo que "el amor siempre es" y que "nos conecta con la eternidad".
Pero a la vez advierto que, lo que creímos que era amor, pudo haber sido una ilusión, una infatuación, un entusiasmo pasajero, o apenas una pasión momentánea.
Especialmente porque muchas personas confunden amor con atracción física y deseo de intimidad. Y si bien ambos factores son muy importantes, no bastan y no sustituyen al amor.
El sentimiento es la base y está primero. Si no lo está, la relación es superficial y efímera. Es una relación de piel, pero no de corazones. Admito que pueda haber inclusive un encariñamiento, pero no es amor, no es la piedra angular sobre la cual erigir el edificio de una unión sólida y firme como pareja.
Dicho todo lo que antecede, --en esta semana del amor que culmina con San Valentín el sábado 14-- voy a un último aspecto, tal vez la consecuencia trágica del desamor: la soledad.
Soledad cuando la muerte nos separa del ser amado. Soledad cuando el ser al que amamos con todo cuanto somos y tenemos de pronto y unilateralmente, decide dejarnos.
No es la soledad una buena cosa, una compañera ideal, sino todo lo contrario.
La soledad reclama amor, es un tremenda pulsión por estar en pareja, es el natural llamado de la vida a ser con el complemento indispensable que el Ser en Sí ha creado para uno.
Y en esa circunstancia, nadie puede acompañar mejor sino el ser a quien se ha amado, se está amando y se le quiere como pareja para siempre.
Si se nos ha dejado solos luego de habérsenos enamorado, no guardemos odio ni rencor hacia la persona que así ha actuado. De pronto se equivocó, se mareó, no tuvo claro un momento de su vida. De pronto sin darse cuenta cometió un grave error, hizo lo que nunca debió hacer...Sólo la persona en un análisis introspectivo lo podrá saber.
Pero entonces, en la soledad, en el desamparo, colocados como en medio de un inmenso campo cuyos límites no vemos, y en el cual sólo divisamos el suelo y el cielo, se nos torna feroz la búsqueda por alguien que sea capaz de enamorarnos, que sea capaz de "flecharnos", pero que también asuma la responsabilidad íntegra de sus dichos y hechos, y este dispuesto/a a que vivamos juntos.
Sigo insistiendo en lo fundamental: amar es la quintaesencia de la vida misma de nosotros los humanos. Si no amamos, no somos.
Yo celebro el amor. Celebro a todas las parejas que verdaderamente se aman. Celebro a todas las mujeres y hombres que asumen el coraje de ser, antes que someterse o continuar con situaciones inconsistentes.
Porque no hay fuerza más poderosa que el amor.
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