El que nos aparta de todo el resto del reino animal. El que nos dignifica y hace realmente humanos.
Sin amor, no somos.
Se me hace imposible pensar en alguien que alguna vez no haya sentido amor en su vida.
Y me refiero, claro, al amor de pareja. Al estar enamorado. Al vivir intensamente un romance que implica besos, caricias, intimidad, regalos, paseos, cenas y almuerzos compartidos, y momentos deliciosos e imborrables, donde nos abrimos de corazón, y nos damos a conocer mutuamente. Donde delante de la otra persona, no hay misterios, sino transparencia. Donde se nos puede captar tal cual somos.
Y son justamente esos momentos de conversación calma y queda, abrazados o tomados de la mano, cuando nos decimos cosas, y cuando expresamos nuestros sentires más profundos, cuando nos mostramos totalmente.
Lo que nos gusta y lo que no, lo que nos entusiasma, y lo que nos enoja, y cómo --cuando las palabras quedan cortas-- procuramos no obstante, de alguna manera, expresar el inmenso y feliz amor que sentimos.
Es cuando luego, en nuestra soledad, recordamos todo eso, y al hacerlo, nos sentimos seguros, amados, comprendidos, acompañados, gozosos. Satisfechos de ser como somos, y de poder amar y ser amados tal cual nos ocurre. Sentimos paz y confianza.
La situación social, el estado civil, los bienes, la edad, todo eso no desempeña un papel fundamental. Porque el amor todo lo supera. Es el amor mismo el que nos impulsa a vencer todas esas barreras, el que nos hace vibrar de emoción como ninguna otra cosa, el que reafirma nuestro ser propio, y a la vez, nos impulsa irrefrenablemente, a ser una sola cosa, con el ser que amamos.
El amor siempre es. Nunca desaparece, nunca se deja ni se pierde. El amor nos conecta con la eternidad.
Si alguien dice sentir amor, y luego no sentirlo más, es que nunca verdaderamente amó. Fue una ilusión, un entusiasmo pasajero, o aún peor, una pequeña pasión momentánea.
Pero cuando se ama, se ama para siempre. Se ama entre los dos, porque el amor se alimenta de ambos, y se retroalimenta permanentemente. Nunca se desmorona, siempre crece.
El amor tiene un esencial papel transformador de nuestras vidas. Sentir amor nos hace crecer interiormente, y nos abre nuevas perspectivas.
Cuando amamos, somos nosotros al 100 por ciento.
Cuando el amor se va, o se pierde, se agoniza...se va dejando de ser, lentamente...como si nos fuese faltando el aire...el ánimo para vivir, la razón para estar. Es la muerte, aunque sigamos existiendo...
Valgan estas reflexiones cuando nos aproximamos al 14 de Febrero, Día de San Valentín, fecha del amor por antonomasia.
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