El amor es mucho más que una simple empatía, con toda la importancia que ésta pueda tener: es una irresistible fuerza centrípeta, que une y une cada vez más sólidamente.
El amor no se condiciona, no se mediatiza, no se expone a caprichos, no brilla hoy y se apaga mañana.
El amor “no busca lo suyo” –como dijera San Pablo. El amor no es egoísta, la mayor felicidad, el mayor gozo en el amor, es hacer y ver feliz al ser amado. Y eso obviamente es recíproco.
El amor nos lleva a perdonar, a superar malentendidos, discrepancias circunstanciales. El amor es la llama viva y poderosa que purifica los corazones de todo error cometido. El amor opera siempre el dulce remanso del entendimiento y la reconciliación.
Por eso, cuando hay amor, también a veces se sufre y se llora. Porque duele y mucho cuando surge una diferencia, duele mucho cuando se dice una palabra impropia, causa daño cuando por circunstancias momentáneas, hay un desvío de lo esencial.
En realidad, nunca, la confianza que nos da el amor es la vía libre para el agravio, o para descargar en el ser amado, la rabia, la frustración, el estrés, o lo que tengamos dentro, en lo que el ser amado no tiene nada que ver.
El amor por otra parte, es constante, no afloja, “no se raja” como dicen los mexicanos. El amor exige coherencia, consistencia, firme propósito, y una visión clara del presente y el futuro, siempre.
Por otra parte, sin llegar a idealizar a la otra persona, el amor nos hace siempre ver las aristas más destacadas, valiosas y mejores. Las vamos a reconocer, las vamos a exaltar. Cuando el amor es verdadero, buscamos y nos regocijamos en las coincidencias, no en las diferencias. Estas últimas hay que superarlas.
En el amor, vemos el medio vaso lleno, no la mitad que está vacía.
Cuando amamos, la persona amada es todo para nosotros, y no concebimos nuestra vida sin ella. Planificamos con la idea de estar juntos, unidos siempre, y la planificación abarca cosas muy materiales y concretas.
Una pareja edifica su vida con el aporte de ambos, en sentimientos, pero también en talento, en esfuerzo físico y mental, en trabajo, en complementación, en compartir las tareas de un hogar y las cargas económicas familiares con todo lo que ello implica. Gastos de educación, de salud, de viajes, extras, y por supuesto los elementales de tener una casa, vehículos, agua, energía eléctrica, gas, teléfono, internet y TV.
Y todo eso constituye la parte concreta, tangible, que expresa la parte no visible que es el amor que le da cimiento y razón de ser.
El amor es asimismo la fuerza sustentadora en momentos dificiles, ante la pérdida de un empleo, un accidente, o el fallecimiento de un ser querido.
Y el amor implica también tener que hacer sacrificios; el de la propia comodidad, o de pronto el de no disponer de algo que se tuvo antes o que se quiere tener pero no se puede.
También por amor, y sacrificándolo todo, alguien puede dejar el lugar donde reside para mudarse a otro lugar, dentro del propio país en que está, o en el extranjero. Y eso implica una nueva vida, la pérdida de ciertos contactos, amistades, vínculos, para tener que empezar de cero a establecer otros nuevos, diferentes, distintos.
Pero cuando es por amor, ese sacrificio se hace, porque es parte intrínseca del amar. Se hace para estar junto al ser amado.
Y finalmente, hay que decirlo también, el amor no discrimina color de piel, etnia, edad, filiación politica, creencias, condición socio-económica, etc.
El amor es, se da, surge espontáneamente, y se convierte en una fuerza arrolladora que es capaz de superar cualquier barrera artificial levantada por la sociedad o la cultura.
Al auténtico, al verdadero amor, cuando le hay, ¡no le detiene nada ni nadie!
enigma
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