Thursday, January 6, 2011

CON HUMILDAD (reflexión entre uruguayos)

Sí, se requiere mucha humidad (y tal vez en eso consista una de las grandezas humanas) para reconocer los propios errores. Para reconocer que se ha estado equivocado.

Para aceptar que nuestro concepto sobre algo o sobre alguien, no se correspondia con la realidad.

Para analizar con frialdad y crudeza las cosas como son, y sacar conclusiones que tal vez no son las que nos plazcan y nos gusten, pero las que como trago amargo, harán bien a la postre a nuestra salud, a nuestro ser, o a nuestro bienestar.


Admitir que soñamos despiertos, pero nos equivocamos.

Admitir que imaginamos un futuro, pero no era posible porque había obstáculos insalvables, o porque no se le quiso hacer posible, porque faltó voluntad para llevarlo a cabo. O faltó coraje, o ambas cosas.


Admitir que es muy lindo escuchar palabras atractivas, pero que las mismas necesitan de un permanente respaldo fáctico, y cuando éste no se da, entonces dichas palabras terminan por entrar en tela de juicio.

Admitir que nuestra visión de una situación dada no fue completa, o estuvo errada, y que no vimos el cuadro completo, o tal vez, no quisimos verlo.


Pero lo que más cuesta, es admitir que se nos tuerza la voluntad. Que se nos pongan piedras deliberadamente en el camino. Que hoy se nos ensalce y mañana se nos denueste. Que no haya coherencia.


Cuesta admitir que se nos lleve a una derrota cuando pudo haber un triunfo, un triunfo legítimo, un triunfo gestado en años, un triunfo que apuntaba hacia una calidad de vida mejor, por ejemplo.

Pero, si advertimos a tiempo que hemos estado errados, que estábamos equivocados, entonces lo que corresponde es cambiar el rumbo, es plantearnos otros escenarios y posibilidades alternativos, es seguir en pos del objetivo principal que queremos pero mediante otros medios.

A la postre, un cambio inteligente y a tiempo jamás será una derrota. Simplemente un cambio. Y bien estará hecho si ese cambio nos lleva hacia lo que buscábamos, hacia lo que necesitábamos y queríamos.

Entonces, admitir un error, se transforma no en una nota dominante depresiva, sino en todo lo contrario, en el factor impulsor de un cambio que nos lleve al triunfo, al éxito, a lograr el objetivo buscado. En una palabra, a la victoria.


El Uruguay lo demanda y lo necesita.

La autocrítica pues, es un ejercicio bueno y necesario por parte de los ciudadanos.


Se los aconsejo.





enigma

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