Thursday, January 27, 2011

COMPRENSIÓN Y COMPASIÓN

En el ámbito de la fé cristiana, hay un valor muy importante que suele traducirse como “gracia”, que procede del griego (caris), de donde provienen palabras como carisma, y caridad. Ésta última, caridad, es muchas veces una acepción de la palabra (agape) que significa el amor dadivoso, sacrificial, por otros, cual Emmanuel (Jesús).

Suele hablarse de la “gracia divina”, la que el Ser en Sí (vulgo Dios) tiene para con nosotros, que se preocupa por nosotros, que nos alienta, que nos corrige, que abre puertas y posibilidades nuevas, que nos da oportunidades de crecer y ser diferentes, cada día más humanos, y menos animales.

A esa gracia divina, debe corresponder una gracia humana, que procura el bien de los semejantes, ya sea en forma abstracta y muy abarcativa, haciendo obras de caridad (de gracia) o de beneficencia, o ayudando a instituciones que canalizan fondos hacia quienes los necesitan, etc.; o en forma personal, cuando nuestra “gracia” va enfocada a una persona en particular, o a una familia. Cuando nuestro semejante tiene rostro, nombre y apellido.

A lo largo de mi existencia me he encontrado con muchas personas que de manera diferente necesitaron o demandaron mi sensibilidad para solucionar sus problemas o al menos para tener una orientación. Y a muchas de ellas ayudé directa y concretamente.

La única condición para que ello tenga lugar demanda que por parte de la persona que tiene un problema, se abra con total sinceridad y confianza para exponerlo en forma completa, sin omitir nada. Sin esa apertura, es imposible extender la “gracia”, es imposible actuar en bien de esa persona, es imposible hacer presente la caridad.

Pero cuando esa apertura ocurre, entonces, demanda de uno tener capacidad de comprensión y compasión. O sea entendimiento de la situación (comprensión), y ponerse en el lugar de la persona que tiene el problema (compasión), o sea, sentir como y lo que esa persona siente. Así se establece una empatía fundamental que contribuye a que uno pueda ser efectivo.

A veces esa comprensión y compasión, nos llega a involucrar totalmente, y más allá de lo pensado. A veces nuestra forma misma de vivir entra en juego. Pero cuando existe esa “gracia” a la que me refiero al inicio de esta nota, entonces es posible involucrarse hasta las últimas consecuencias.

Porque nada nos hará más felices, que habernos dado en amor por quienes lo necesitaban, aunque ello implique personalmente sacrificio, decisión, enfrentar situaciones nunca antes vividas.

Ah! y por favor, que nadie interprete que sentir compasión por alguien, ofende, denuesta, o agravia a la persona que se ha de beneficiar con nuestra actitud y nuestra acción.

Compasión, no es lástima. La lastima es pasiva, la compasión es activa. La lástima es una pena propia, la compasión es sentir la pena de la otra persona como propia. Es asumir a la otra persona en su totalidad, en la cabalidad de su peripecia humana.

Y esto, por supuesto, tampoco es meterse en la vida ajena como simple curioso, o por el “deporte” de saber qué le pasa a alguien, para estar entretenido o tener de qué hablar con otras personas.

Tampoco nadie interprete que lo que se hace por “gracia”, con amor sacrificial, con la voluntad honesta y sincera de servir al semejante por amor, se hace como prebenda, para comprar la vida o la voluntad de nadie. Ello está en las antípodas de lo que la compasión lleva a hacer.

Y finalmente, tal vez, también me sea necesario decir, que cuando lo que energiza toda nuestra acción es el amor, no son cosas materiales las que cuentan, sino que nos estamos dando a nosotros mismos, estamos compartiendo todo cuanto tenemos y somos, para asumir juntos una situación diferente.



enigma

No comments:

Post a Comment