Monday, June 6, 2011

¿CUÁNTO Y CÓMO NOS DAMOS?

Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable..(Jaime Sabines)

Ayer acudí al servicio religioso de mi iglesia, y el Pastor dio un buen sermón sobre la Ascensión de Jesús.

Y puso el énfasis de que la cuestión luego que Jesús se va pero promete el don del Espíritu Santo a sus discípulos para que hagan la obra que Él hizo hasta que retorne, es ir y ser testigos hasta los confines del mundo.

Y ser testigos no es sólo decir cosas acerca de Jesús, su misión y su llamado a todos, sino efectuar actos concretos que sean expresión de su amor, de su entrega en bien de otros.

Y la pregunta que se desprendía de ello, expresamente puesta en el mensaje fue: ¿has pensado a quién darás tu tiempo, tu talento, tu vida?

Y cuando escuché esa pregunta, se compungió mi corazón, me estremecí realmente, porque dentro mío fue como escuchar una voz, una voz que respondía “Sí, yo sé a quiénes he querido dar mi tiempo, mi talento, mi vida!”, “yo sé quiénes estaban en la mira de mi existencia para darme entero por ellos, en bien de ellos”….

Pero no se me ha permitido…se me frustró la posibilidad de llevarlo a cabo.

Tal vez –pienso-- no se midió o no se entendió, o no se creyó que realmente yo estaba dispuesto a dar el todo por el todo, cuanto tengo y cuanto soy, por una causa que abracé como mía porque la sentí nobilísima.

En ese mismo momento, sentí como que yo podía responder: “Yo sé de qué se trata, lo sé muy bien”.

Sí, ese es después de todo el ejemplo fundamental que Jesús nos dio y nos legó: no una religión, sino una forma de vida.

Y esa forma de vida por sobre todo demanda amor, amor en acción, amor en los planos no ficticios o teóricos, sino muy reales y concretos.

Si el movimiento se demuestra andando, el seguir las huellas del Maestro de Galilea se demuestra amando.

Cuando en la Eucaristía se pronuncian las palabras: “Haced esto en memoria de mi”, no se refiere a un mero acto recordatorio de compartir los elementos que representan su cuerpo y su sangre. ¡Eso es muy fácil!

Hacer “esto” –no me cansaré de señalarlo— es dar la vida con amor en bien de otros, aquellos a quienes Jesús llamó “tu prójimo”.

Ese es el ejemplo máximo que Jesús nos dio con su vida, la tortura que soportó, y su muerte en la cruz.

Sí, un mundo duro, ignorante, insensible, no entiende estas cosas tan fundamentales. Hasta que el “hecho cristológico” vuelve a repetirse. Hasta que la muerte de una mujer en Irán, o de un niño en Siria, son capaces de despertar conciencias e impulsar una lucha por la dignidad humana.

Por eso, cuando hablamos y obramos en el nombre de Jesús, es algo muy pero muy serio. Hablamos de la vida misma, y de darnos efectivamente en amor por otros.

Y entonces, el milagro, está a la puerta. Lo inesperado de pronto ocurre. Lo añorado tanto tiempo se abre paso y da lugar a una nueva realidad.

Uno mis manos a las tuyas, las junto en actitud de oración y pido que te bendiga tanto a ti como a mi y nos ayude a encontrar el camino de servicio en amor, cada día, ahí donde estamos, pero abriendo horizontes nuevos, para transformar la realidad en algo distinto, tal vez en algo muy anhelado…

enigma

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