Pero, desde el Siglo I de nuestra Era, --entre los años 54 a 57-- un hombre pequeño, llamado Saulo, que era de Tarso, más conocido luego como Pablo, el Apóstol, escribió estas palabras que para mi son la insuperable definición del Amor.
De un Amor sí con mayúscula, porque se refiere al amor que han de tener entre sí quienes son hermanos en una misma fé, pero por sobre todo, el amor que nos debemos los seres humanos entre nosotros.
Y mucho más aún, el amor que se debe una pareja, en forma mutua y recíproca, cuando ese amor es verdadero, es tal y existe. Cuando no ha sido una quimera que terminó en fracaso, cuando no ha sido un impulso que se transformó en rutina y obligación o esfuerzo denodado y no acompañado. Cuando no ha sido un sueño, negado por la realidad al pasar del tiempo. Cuando no ha terminado deteriorado por incompatibilidad de caracteres.
Define entonces San Pablo el Amor de esta manera:
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia,
el amor no es jactancioso, no se envanece;
No es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser.
enigma
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