Wednesday, June 22, 2011

Las actitudes colectivas me impresionan

Recuerdo que fue un domingo, hace décadas. Uruguay había vuelto a la democracia, y me encontraba buscando un libro, en la zona de los libreros de la popular feria de la calle Tristán Narvaja, en Montevideo.

En realidad me encontraba en la calle Cerro Largo, transversal de Tristán Narvaja, donde se extiende la feria y ahí estaban los vendedores de libros.

De pronto, por la Avenida Fernández Crespo, pasaba una caravana de camiones llevando partidarios del Frente Amplio, coalición de partidos y movimientos de izquierda. Y dejando de atender a sus clientes, en un acto casi automático, los libreros miraron hacia dicha Avenida, para saludar a la caravana con el bazo izquierdo en alto y el puño cerrado.

Por un momento, y cambiando por el brazo derecho y la mano extendida, se me hizo lo que aterrorizadamente había visto en tantas películas de la Segunda Guerra Mundial: la sumisión de las masas a la dictadura de H
itler. Era el mismo fenómeno colectivo, con otro signo ideológico, igualmente radical en algunos, igualmente obcecado, igualmente cúltico. Porque es como una religión.

Les aseguro que quedé enormemente impactado.

Y me dije ¿qué le augura esto al Uruguay?, ¿en qué ambiente estamos?, ¿qué significa esta adhesión incondicional y esta reacción automática de estos individuos que como autómatas saludaron a la caravana, incluso olvidándose de sus clientes?....

El Uruguay de hoy lo está mostrando a todo nivel. De eso prefiero no hablar.

Paso a Estados Unidos. El lunes llegué a la estación del Metro que se llama "Federal Center SW", y que sirve a las líneas Naranja y Azul.

En el andén, media docena de personas, esparcidas a cierta distancia, pero todas haciendo lo mismo: en sus ma
nos tenían un pequeño instrumento, que es más que un simple teléfono celular, y todas estaban, cabeza gacha, atendiendo a sus aparatitos. Ajenas por completo entre sí mismas, ajenas al resto del ámbito del andén de la estación.

Y otra vez me pregunté: ¿en qué mundo estamos?, esa masificación, y esa "devoción" por estos aparatitos, de una decena de marcas diferentes, todas compitiendo entre sí, ¿a qué lleva?

Primero a un aislamiento cada vez mayor, a una creciente deshumanización. Las personas se comunican entre los aparatos, a distancia, pero no dialogan quienes están cerca o tienen oportunidad de dialogar. Cada quien aislado en su propio mundo, en su propia conexion cibernética.

Y lo tremendo es esa masificación.

Hubo un tiempo, hasta el año pasado, que uno subía a un vagón del metro, y cuando miraba a quienes entraban al mismo, veía que enseguida de sentarse o ubicarse, de un bolso, o un bolsillo, extraían sus auriculares, conectados a in iPod, u otro aparato semejante, y escuchaban música. Una forma de aislarse, porque la persona que tiene sus oídos tapados por los auriculares, ni siquiera está abierta a que se le pueda decir algo.

Eso aunque queda, en cierta medida pasó. Sigue habiendo gente que se coloca los auriculares, escucha música, pero luego, saca el segundo aparatito, y ahí comienza la digitación de mensajes, o simplemente un juego electrónico, con lo cual, al parecer, logran entretenerse. Y no se trata de niños o adolescentes, sino de personas adultas --al menos en su aspecto exterior.

Y otra vez, la masificación. Es aquello de "si todos lo tienen, yo también tengo que tenerlo", "no puedo quedarme atrás, o desenchufado de la realidad", "debo usar las ventajas que me ofrece la nueva tecnología"...

Yo miraba a aquella media docena de personas en el andén del Metro, y se me hizo la imagen de zombies...



enigma

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