El ser humano ha perdido la capacidad de ser tal, de razonar, de buscar adquirir cultura, sapiencia, de cultivar valores firmes, de tener dignidad, de cuidar la naturaleza en todas sus manifestaciones, y cuidarse a sí mismo.
El ser humano se ha ido bestializando, agrupándose socialmente en organizaciones de la muerte.
Se ha perdido el concepto mismo del valor intrínseco de cada ser humano como tal y porque es tal.
Ha vuelto la esclavitud en formas más repugnantes que las del pasado, con una explotación como no se viera antiguamente, y desde la niñez.
La miseria moral campea libre a todo nivel, y llega desde el peor barrio marginado, a las altas esferas ejecutivas, y de los gobiernos. La corrupción es la sangre de los políticos (con las excepciones que concedo hay, pero que no hacen sino confirmar lo que es regla).
La violencia campea en las calles. El ser humano mira a su congénere como alguien matable, masacrable, desmembrable. No hay paz, no hay conciencia, no hay remordimiento, nada.
Violencia contra regímenes oprobiosos en las calles del Oriente Medio y Norte de África, violencia en Grecia –otrora cuna de civilización-- hecha añicos por estas generaciones actuales, dispuestas a trabajar poco, a ganar dinero fácil, y a darse la buena vida explotando la ingenuidad de los turistas.
Violencia en el deporte, con el vandalismo brutal de una manada de foragidos dispuestos a destrozarlo todo, a destruirlo todo, como expresión de su rabia porque su equipo de fútbol bajó a segunda división, en Buenos Aires, Argentina.
Volcanes que estallan echando humo y cenizas que dan vuelta al planeta, obligando a cancelar vuelos y complicando la vida de miles de personas.
Incendios forestales casi incontrolables que llegan hasta el Laboratorio Nacional de Los Álamos en Estados Unidos, donde se trabaja con materiales nucleares, creando el potencial peligro de una liberación radioactiva.
Tremendas inundaciones y tornados nunca vistos en centenar de años, que han destrozado pueblos enteros y diezmado poblaciones, terremotos y tsunamis, y la contaminación de todo el planeta, a partir del desastre ecológico más grande de la historia de la humanidad: el enorme escape radioactivo, imparable, de las plantas nucleares en Fukushima-Daichi, en Japón. El ocultamiento de la verdadera gravedad de la situación por parte de las autoridades japonesas, y el silencio cómplice de una empresa responsable por esas plantas.
Una “chatarra espacial no identificada” que obliga a los tripulantes de la Estación Espacial Internacional, a refugiarse presurosamente en una nave de rescate, amarrada a la Estación, y de la cual chatarra no se han dado a conocer filmación ni fotos…
Y los millones que viven en la hambruna, y los desempleados en tantos lugares, que claman por trabajo y dignidad para sus familias.
Y las guerras, que en lugar de solucionar algo, acrecientan el patrimonio de desastres de la humanidad, sumando cifras de miles de muertos, jóvenes, con vidas promisorias por delante tempranamente tronchadas.
Guerras que no hacen más que dar pie ideológico al enemigo, que no fomentan la paz, y menos la aseguran, sino que el único rédito que arrojan es el de un descomunal déficit como nunca tuvo Estados Unidos, y un temor siempre presente y siempre latente, por cuanto la misma guerra fomenta el odio del adversario, y sustenta su venganza.
Y en medio de todo eso, una niñez mundial desamparada, explotada sexualmente, surgida de la más abyecta miseria.
Y mientras tanto, los mercaderes de la muerte paseándose felices y bailando al son de sus millones.
Las petroleras, los explotadores de minas de carbón, los fabricantes de armas, los promotores de la degeneración moral, los corruptores de menores, los que deliberadamente tergiversan los valores para presentar como bueno lo que es nocivo, y viceversa, los que deliberadamente atacan las bases morales mismas con que se ha construido una sociedad, para provocar el vacío amoral, en el cual pululan sus excrecencias. Satán está de fiesta!
Ahí están, los servidores de Mammón, para quienes sólo cuentan ellos, y todos los demás son usables en su beneficio. Engreídos, pagados de si mismos, torturadores, asesinos, genocidas, expansionistas, sistemáticamente mentirosos, irreverentemente irrespetuosos de cuanta ley, convención internacional, pacto, o tratado exista. Se consideran los dueños del mundo, para ellos no hay fronteras, ni soberanías a respetar. Subyugan, someten y siempre pretenden tener la razón.
La pobreza extrema, es la madre de todos los males, por un lado, y la búsqueda insaciable por enriquecerse de otros que nadan en una opulencia y que es una afrenta en sí misma, se retroalimentan mutuamente para crear el gran caos en el cual poco a poco vamos desapareciendo como especie. No sólo por muertes masivas, sino por degradación, por pérdida de lo humano, por bestialización.
Cuando se unen todos estos factores, cuando se les analiza en conjunto y se cruzan las conexiones entre unos y otros, el panorama que se obtiene es desolador, ya, al presente, y es definitivamente letal, para un futuro más cercano de lo que algunos pueden imaginar.
Frente a toda esta realidad que rompe los ojos, así como destroza nuestra alma sensible por dentro, simplemente hoy me pregunto: ¿acaso nadie se da cuenta?
enigma
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