En Montevideo, como en Buenos Aires, estamos experimentando la auténtica y verdadera felicidad que proveen los amigos y amigas.
Aquellas personas que apreciamos, queremos, y que nos quieren bien. Que son fieles en sus sentimientos, que no han variado con los años, a pesar de que ya llevo casi 21 años ausente del Río de la Plata.
Y son justamente las amistades, cual flores que adornan la existencia, las que dan color y aroma a cuanto vivimos. Las que recrean nuestro espíritu, las que provocan sonrisas en las charlas amenas, con quienes podemos compartir abiertamente nuestros pensamientos.
Son las amistades las que hacen que superemos dolores, contratiempos, y las que nos afirman en quiénes somos, cómo somos, y cómo vivimos.
Los verdaderos amigos, nos ayudan, nos comprenden, nos alientan.
Los verdaderos amigos, no nos dejan, no nos abandonan, tienen depositada su confianza en nosotros, nos escuchan con atención, y nos animan a seguir adelante.
Los amigos comprenden el derecho a replantearse y renovar una vida, a partir de bases diferentes, y en la búsqueda de un futuro distinto, luego de haber vivido un desgarro, que necesariamente tiene que quedar en el pasado.
Estos amigos en Montevideo, y en Buenos Aires, nos están agasajando con almuerzos y cenas, nos han obsequiado libros y DVDs, han hecho posible una conferencia académica en una Universidad, disponen de sus vehículos para trasladarnos a diferentes lugares.
A ellos pues, nuestro eterno agradecimiento. Con ellos, la vida se hace diferente. Por ellos, vale la pena continuar con renovados bríos, sirviendo a otros, ejerciendo lo mejor de nuestra profesión, y dándonos de muchas maneras, como este blog, que es una de ellas.
Compartiendo nuestro mismo ser, para bien de otros.
enigma
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